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Columna Ricardo Lago

Algunos de ustedes recordarán lo del Gran Salto Adelante con que Mao Ze Tung trató de industrializar China a trompicones y que provocó una hambruna. Pues bien, el gran salto adelante de la nueva refinería de Talara lo dio don Humberto Campodónico en 2011-2013 cuando, siendo presidente de Petroperú, puso en vía de máxima prioridad dicho proyecto para refinar barriles de petróleo que ahora, y en un futuro previsible, el Perú tendrá que importar porque, del consumo diario de 220 mil barriles, solo produce unos 35 mil y buena parte no se puede transportar a la refinería porque el Oleoducto desde la selva se cae a pedazos por la negligencia de los sucesivos presidentes de Petroperú.

Petroperú ha contratado de nuevo a la consultora AD Little; quiere que la consultora refrende el faraónico gasto de 5,400 mill. de dólares en la nueva refinería de Talara. La Contraloría argumentó que dicho gasto no está justificado, ya que el proyecto no difiere sustancialmente de la propuesta que formuló AD Little en 2008 al costo mucho menor de 1,334 millones de dólares.

Usted quiere invertir en construir una casa para alquiler. El contratista le dice que le va a costar 1.3 millones de soles y usted calcula que le puede sacar una rentabilidad de 175 mil anuales, o sea un 13.5%. Va al banco y le dicen que sí: hipoteca al 6%. Gran negocio: va a ganar 7.5% (= 13.5 -6) anual. Decide cerrar la operación rápido, por lo que regresa al contratista para que le dé el estimado final y, sorpresa, no van a ser 1.3, sino 5.4 millones, dizque por error de cálculo: se necesita el doble del terreno, m2 es más caro, estructura, etc. Resulta que al precio de 5.4 millones la renta de 175 mil solo le reportaría a usted 3.2%; y con la hipoteca al 6% perdería usted anualmente 2.8% (= 3.2 – 6%) a lo que habría que sumar los pagos de su bolsillo durante los primeros cinco o seis años que duraría la construcción; la pérdida anual se va de 2.8% a 4% anual o más.

Caretas me quiso endilgar la concha de la semana –por argumentar que Fujimori es un chivo expiatorio–, pero no la acepto por falta de méritos. Algo que les sobra a sus editorialistas, así que seamos generosos: si se presentan al Festival de San Sebastián con la obra “Los conchudos” de Sofocleto, no dudo de que se llevarían el máximo galardón, la Concha de Oro.

Sorprendente la salida de Jaime de Althaus del Canal N después de 18 años al frente de La hora N. Por supuesto que un grupo privado de medios puede contratar y despedir a quien le plazca, eso no lo cuestiono. Lo mismo se aplica a quien escribe esta columna en un diario del mismo grupo.

Estoy a favor del indulto no solo por motivos humanitarios sino sobre todo porque Fujimori fue condenado mediante un proceso indebido que en cualquier otro país convertiría la sentencia en nula. El que mejor lo ha explicado es el constitucionalista Aníbal Quiroga, quien, en declaraciones a Correo, dijo que: “los correos electrónicos cruzados entre el presidente del tribunal que lo condenó (César San Martín) y unos colegas españoles, que datan de más de un año antes del juicio y en los que se observa que estaban tratando de construir la teoría de la condena sin haber escuchado al acusado viola la imparcialidad… Eso es inadmisible en cualquier parte del mundo”.

El refino es un negocio en decadencia. De un lado, la industria de hidrocarburos sufre el golpe de la competencia de las renovables: solar, eólica y otras; tendencia que continuará por el calentamiento global. En los últimos 35 años, el ritmo de crecimiento del consumo de petróleo ha sido menos de la mitad que el del PBI. Por otra parte, los países del Golfo han invertido masivamente en refinerías; su acceso al crudo local les da una ventaja comparativa natural y la posibilidad de aumentar el valor agregado exportando refinados. Ambos factores han convertido el negocio del refino en sobre-ofrecido. Bastantes refinerías de países importadores han tenido que cerrar y ha habido muy pocas nuevas inversiones. En los EE.UU., entre 1977 y 2015 no se construyó ninguna refinería.

11/06/17 |

Ricardo Lago: Q

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Escribo desde Sicilia. Hoy hice el recorrido desde Palermo, por la Autostrada A20, trayecto maravilloso de 260 km bordeando la costa norte, hasta Messina, y luego al sur divisando el estrecho del mismo nombre, que separa a Sicilia del resto de Italia, entre el Tirreno y el Jónico. Es toda una obra de ingeniería en una costa abrupta y montañosa; la mitad del camino son largos túneles y puentes elevados para lidiar con el desnivel. Una autopista de peaje cuya mayor parte se realizó en los 70 y que se concluyó en 2006.

Es un libro publicado en 1973 por Charles Ashman. Les copio dos párrafos de un artículo sobre el libro, que publicó en el New York Times, el abogado Melvin Velli, cuyo negocio era defender a actores de Hollywood:

Las malas ideas en economía son como las cucarachas, no importa cuántas veces te deshagas de ellas, tirando de la cadena del inodoro, que siempre aparecen de nuevo. En los países en desarrollo, una de esas malas ideas es la banca de fomento, es decir, los bancos públicos para atender a ciudadanos supuestamente desatendidos por los bancos. La idea es noble en teoría pero en la práctica casi siempre acaba en robo.

Les voy a contar una anécdota. Corría el año 2014 y mi amigo MR participaba en uno de esos limeñísimos y concurridos almuerzos tertulianos. Un comensal (Mr. X) le espeta en voz alta: “que bien le ha contestado Prialé a Lago, refutando lo de las comisiones”; a lo que MR replica “¿Alguien cree que no se pagan coimas para conseguir proyectos?”. Y Mr. X responde: “sí, se pagan pero si eres del estabishment eso no se puede decir, creía que Lago era del establishment”.

Resulta que al supuestamente “mediato” ex-presidente –el que paró la hiperinflación y derrotó al terrorismo– le dan 25 años de cárcel en tanto que al presuntamente “inmediato” le fabrican un sobreseimiento –amén de indulto por golpe de Estado chicha– para que sea presidente. Y también resulta que en ambos casos el fabricante es el mismo juez. Qué tal sistema de incentivos: al que construye, palo; al destructivo, presidencia. No es que no se haga justicia, sino peor, el sistema judicial lo que administra es la injusticia.

El viernes pasado el índice S&P500, de la bolsa de los EE.UU., registró un nuevo máximo histórico. Ayer, el sabio de las finanzas Warren Buffett, en su reunión anual con inversionistas, contestaba a una pregunta de un participante con estas palabras: “Las bolsas tienen una faceta de casino que las hace muy atractivas a muchos cuando ven que, a su alrededor, algunos se están haciendo ricos. Los que no han vivido varios ciclos bursátiles son más propensos a especular que los que hemos experimentado los desenlaces de ciclos de especulación salvaje”. El Profesor Jeremy Siegel –en su popular best-seller de los noventa “Stocks for the Long Run”– nos explicó cómo en el largo plazo ningún activo supera en rentabilidad a un portafolio diversificado de acciones. En concreto, el rendimiento anual promedio del índice S&P500 desde 1802 hasta la fecha, es decir en doscientos años, ha excedido el 6% anual en términos reales (una vez descontada la erosión de la inflación). Los rendimientos de las otras clases de activos: bonos, oro, commodities y bienes raíces, han estado muy por debajo de la bolsa. Pero hablemos del corto plazo bursátil, en el que el “timing” lo es todo. Hay rachas de bonanza y rachas de penuria, fases de optimismo y fases de pesimismo; a veces el optimismo deviene en euforia y las valoraciones saltan por las nubes durante varios meses o incluso años, como en el periodo 1996-2000 que se conoce como de “exuberancia irracional”. Le sigue una fase de pánico en la que las valoraciones caen por los suelos. Ocurrió en 1929, en 2001 y en 2008. Es ahí cuando la bolsa adquiere los tintes de casino que nos cuenta Warren Buffet. En esos trances el gráfico de las cotizaciones tiene más de comportamiento maniacodepresivo que de racionalidad.

Saltó a la palestra el indulto. El día de Navidad escribí en mi columna:

El FMI acaba de actualizar su informe periódico sobre las perspectivas de la economía mundial. Sube su proyección de crecimiento del PBI mundial a 3.5%, una décima más que en su actualización anterior de enero y cuatro décimas por encima de la tasa de crecimiento del 2016.

Abundo en el tema que me ha ocupado en las dos columnas anteriores. Son los bancos centrales los que emiten moneda. Lo hacen bien comprando títulos de deuda –normalmente pública aunque a veces también privada– o prestando el dinero al sector público o a los bancos. En un primer momento las emisiones monetarias provocan caídas en las tasas de interés y aumentos en el precio de los activos (acciones, bienes raíces, metales, etc.).

En mi última columna comentaba que los bancos centrales de las mayores economías del planeta se resisten a retirar del mercado las gigantescas emisiones monetarias suministradas desde la crisis del 2008. En trece años, desde 2003 a 2016, las emisiones combinadas de los nueve principales bancos centrales han provocado un aumento en la liquidez primaria del 500%. De momento, solo el banco central de los EE.UU. –la Reserva Federal– ha dado el paso de iniciar el proceso de retirada, pero a paso de tortuga y con titubeos; a finales del 2015, subió la tasa de interés a la que presta a los bancos comerciales de 0.25% a 0.5%; era la primera subida desde el 2006. Dieciséis meses después, la tasa todavía está a 1%, muy por debajo del 3% como mínimo al que los expertos consideran que debía de estar en condiciones normales. El banco central europeo continúa con su política de barra libre, inyectando en el mercado 50 mil millones de euros por mes.

“Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, es una frase que algunos atribuyen a Albert Einstein. Aprendemos de nuestros errores, pero los repetimos porque nos cuesta romper con los hábitos. Eso lo saben bien los banqueros centrales que desde hace un cuarto de siglo, y más desde la crisis de 2008, se resisten a retirar del mercado las abundantes emisiones de dinero que suministraron en momentos de crisis; salvado el bache siempre hay un buen pretexto para aplazar la normalización monetaria.

Ese es el adverbio más socorrido por comentaristas y entrevistados ante los estragos de los huaicos. Vocablo que infunde tristeza ante una desgracia, con el toque fatalista de que lo ocurrido es de “fuerza mayor” e inevitable. Suena como una lamentación al dios de la lluvia.

Vayan las primeras líneas en solidaridad con los afectados por los huaicos y en reconocimiento de los trabajos de rescate. Subscribo ese “me uno en oración por mi Perú” que ha difundido el cantante Alejandro Sanz.

Planteaba en esta columna la semana pasada la paradoja que suponen las altísimas valoraciones de las acciones en la bolsa de los EE.UU. en vista de las malas perspectivas de la economía mundial. Decía, además, que con el proteccionismo que se avecina (Brexit, Trump, ¿Le Pen?), el comercio mundial podía estancarse y hasta contraerse con la secuela recesiva que sabemos que ello tiene en las economías del planeta y más en las de menor tamaño.

Las bolsas han recibido con optimismo a Donald Trump; por ejemplo, el índice bursátil más popular, el S&P500 –que agrega las cotizaciones de las quinientas empresas estadounidenses con mayor valoración de mercado–, ha aumentado 7% en lo que va del año. Si comparamos su nivel actual con el punto más bajo en que comenzó este último ciclo alcista (marzo de 2009), la cotización se ha triplicado.

En las últimas semanas se ha producido un interesante y alturado debate sobre el modelo económico y la corrupción que ojalá continúe porque, en mi opinión, lograr un diagnóstico compartido sobre este problema puede ser determinante para definir la estrategia económica a futuro. Algunas de las contribuciones, que emplazo a los lectores a revisar, son las contribuciones de Martín Tanaka (“El fin del sueño tecnocrático I y II”), Jaime de Althaus (“Esta corrupción no es tecnocrática”), Carlos Meléndez (“Se roba pero se crece”) y Fernando Vivas (“¡Tu proyecto se pudrió, tecnócrata!”).

Un señor de profesión mesero compara su nivel de vida con el de uno de sus comensales que es gerente de un banco. Repasa mentalmente la letanía: él maneja un Audi nuevecito y yo un Toyota de 20 años; vive en una casa en Miraflores y yo en un depa en Los Olivos; sus hijos van al Markham y los míos a la escuela pública de la esquina; pasa sus vacaciones en Europa y yo en mi pueblo de Ayacucho; trabaja cinco días por semana y yo seis, etc.

Parafraseando a Beto Ortiz, en su magistral radiografía de la hipocresía criolla (http://peru21.pe/opinion/beto-ortiz-democracia-algo-relativo-2264629 ), podríamos decir que la corrupción es algo relativo.

El gobierno tenía en sus manos la oportunidad dorada para lanzar una señal clara contra la corrupción rompiendo con el pasado de estafas disfrazadas en proyectos de infraestructura. Pudo poner fin al apestoso proyecto de aeropuerto en Chinchero. No solo no lo hizo, sino que lo facilita promulgando una adenda para que la empresa constructora –y después operadora durante 40 años– que ha sido incapaz de levantar el financiamiento para ejecutar el proyecto, lo ponga en marcha con el Estado aportando la mayoría de los fondos.

La solidez de las instituciones destaca entre los factores que propician la prosperidad. Los países que cuentan con división y contrapeso de poderes, y justicia independiente progresan aunque no tengan recursos naturales. La economía funciona con eficiencia cuando —salvo en lo público— las decisiones de producción e inversión las toman las empresas privadas de forma descentralizada; cada cual pone en juego su dinero y asume los riesgos. Los EE.UU. tienen todo eso.

“Ay caracho, que las cifras no dan”, exclama el Sargento Lituma, rascándose la cresta, mientras examinaba la hoja de cálculo; “parece que aquí hay gato encerrado, o jato lavao”.

Imagínese que el Estado garantiza a las empresas un mínimo de ingresos anuales independientemente de lo que vendan o incluso aunque no dispongan de nada que vender o ni siquiera se empeñen en buscar compradores. Invierta usted 10 mil soles en un chifa, en una bodega o en un taller de reparación de autos y el Estado le garantiza ingresos mínimos de 10 mil soles anuales durante 34 años.

¿Cuándo logrará el Perú tener la infraestructura de un país desarrollado de la OECD? A menos que se ponga fin a la cultura de corrupción e impunidad, la respuesta es: nunca.

Desde Madrid les envío un cordial saludo con el deseo de que tengan un feliz 2017. Escribo a pocas horas del ritual de las doce uvas que había planeado celebrar en la Puerta del Sol –como es de rigor– al son de las doce campanadas, pero con los termómetros hoy a bajo cero, después de una semana de deliciosos días templados, habrá que despedir al 2016 a cubierto.

Mi deseo para los lectores de esta columna de una feliz Navidad y un próspero 2017. Ojalá en este nuevo año el Perú consiga avanzar frente a la inseguridad y la corrupción, que son los dos problemas más perentorios. Como he venido manteniendo en esta columna, para lograrlo es imprescindible llegar a un pacto de gobernabilidad entre el gobierno y el fujimorismo. La reunión del presidente con Keiko, el lunes pasado, fue un primer paso positivo. Esperemos que le sigan otros pronto.

Economista y asesor financiero

Las pruebas PISA no son un “psicosocial”, como afirmó un congresista en la interpelación al ministro Saavedra, sino la evaluación del rendimiento escolar más respetada internacionalmente. Tampoco son pruebas “bamba”, como dijo otro, porque las preguntas las diseña un organismo internacional, la OECD, que además controla la administración de los exámenes y analiza los resultados. Es una lástima que no haya un PISA para congresistas. A ver si se anima la OECD.

Economista y asesor financiero

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Convertir una carretera de 2,600 km en autopista y llevar agua potable y desagüe a las viviendas de toda la población no parecen metas excesivamente ambiciosas para un cuarto de siglo en un país, como el Perú, al que le ha ido bien económicamente en el período. Seguro que la mayoría de ciudadanos están de acuerdo en la prioridad de ambas metas.

Dicen los entomólogos (estudiosos de los insectos) que por cada cucaracha que uno ve en casa hay otras cien escondidas. Y así es como se debe interpretar el caso del asesor Carlos Moreno. No es un caso aislado sino uno de muchos. No es solo en este gobierno, sino en todos los anteriores. No fue detectado por los sistemas de control o la justicia, sino por la grabación de una conversación que realizó un ciudadano. Venía actuando desde hace bastantes gobiernos, y hasta en la última campaña Lourdes Flores y Alan García lo presentaban como gurú para reformar el sector Salud.

Nadie en su sano juicio puede estar favor de que continúe la violencia y en contra de la paz, por lo que si yo fuera colombiano votaría hoy Sí en el llamado referéndum por la paz. Pero lo haría sin entusiasmo, tapándome la nariz, y con la convicción de que el gobierno del presidente Santos ha negociado un precio demasiado alto.

Estamos perdiendo precioso tiempo para hacer reformas. Hay varias razones que lo explican pero la principal es que los fujimoristas no han entendido que el futuro político de Pedro Pablo Kuczynski y su partido se agotan en julio del 2021 y que es justo entonces cuando podría comenzar el tiempo de Keiko Fujimori, si es que Fuerza Popular juega bien sus cartas.

Economista y asesor financiero

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En mi última columna conté un tipo de extorsión ahora en boga en EE.UU., uno que explota la laxitud del sistema de copyright y que incomprensiblemente se realiza a través del sistema judicial, dándole tintes de legalidad. Son casos para el FBI más que para los tribunales pero sorprendentemente de momento de FBI poco. Y cuando digo extorsión cito al Juez Otis D. Wright de Los Ángeles en una sentencia sobre Copyright Trolling que es como se conoce esta práctica. Funciona así. Un Mr. RAQ accede a la tienda internet del retailer VIC –pongamos en 2015– identifica una prenda con algún diseño caprichoso (por ejemplo dibujos de una manta inca) y verifica en el Facebook del retailer que todavía hay pocas fotos de dicha prenda y son recientes. Luego compra la prenda por internet, corta un retazo y le saca una foto; de ahí, accede al Copyright en línea, envía la foto, una declaración jurada de que la creación es suya de 2014 y 35 dólares. En días, el Copyright le envía un certificado de registro que reza que el diseño es propiedad de Mr. RAQ en modalidad de “trabajo de arte bidimensional”.

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