Economista y asesor financiero
La interpelación y posterior censura a Jaime Saavedra ha sido desagradable y despiadada amén de injusta, sobre todo a la luz de los resultados del Perú en las últimas pruebas de PISA. Cuando supimos, unos días antes de la interpelación, que el desempeño del Perú en estas había sido favorable, entonces pasaron a la carga contra la naturaleza de las pruebas, haciendo inventario de cuanta crítica pudieron encontrar, pero eludiendo decir que el consenso al que llegan los organismos internacionales y otras voces autorizadas, como The Economist, es que las pruebas PISA, aunque evidentemente imperfectas, son la mejor medición de que disponemos para comparar la eficacia relativa de la educación entre países.
Pero el propósito principal de la censura a Saavedra era hacer una demostración de poder, no tanto la política educativa ni incluso los intereses espurios de las universidades basura. El que fuera un ministro heredado del gobierno anterior ofrecía coartada. Pero, ¿cuál es el objetivo último de la demostración de poder?
Algunos analistas creen que es parte de una estrategia hacia destitución del presidente. Yo no lo creo. Los efectos serían imprevisibles y desfavorables para los fujimoristas. La población les culparía del desgobierno y la previsible paralización de la economía. Como hemos visto en las dos últimas presidenciales, el gran reto del fujimorismo es penetrar ese 50% antifujimorista del electorado. Y por ese camino lo único que lograrían es consolidar el frente antifujimorista.
Por eso, creo que el verdadero objetivo del fujimorismo es el cogobierno. Y esa es la interpretación que doy a la demostración de poder. Hasta ahora el Ejecutivo ha preferido congraciarse con el estamento caviar y la izquierda, dando por sentado que Fuerza Popular no boicotearía sus propuestas en el Congreso. Ha funcionado en la delegación de facultades y la aprobación del presupuesto. Sin embargo, es obvio que al fujimorismo le desagrada ser el “convidado de piedra” congresal mientras que el Ejecutivo flirtea con la izquierda.
Francamente no veo racionalidad alguna a que el gobierno agudice la confrontación con los fujimoristas, como proponen algunos. Esa estrategia no lleva a ningún sitio bueno. El presidente ha hecho bien en bajar la tensión no planteando la cuestión de confianza. La aritmética legislativa es implacable: los fujimoristas tienen mayoría absoluta y es evidente que disciplina de voto, y eso reduce las opciones a una sola: un pacto de gobierno entre el presidente y Keiko. Sería preferible incluir al resto de las formaciones del Congreso en un gran pacto nacional, pero no parece que eso sea posible. Lo que es incuestionable es que una alianza solo con la izquierda es pírrica.
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