Economista y asesor financiero
Esta última semana he participado en Londres en unas reuniones sobre mercados emergentes que ha organizado un banco de inversión. Hace unos años las loas al modelo brasileño eran la norma, hoy Brasil se ve como un desastre macroeconómico, con recesión y desgobierno. Mi opinión sobre lo que está ocurriendo en Brasil, en cambio, es diferente. Creo que el avance reciente en la lucha contra la corrupción es uno de los acontecimientos más destacables de América Latina y, si sigue, puede dar paso a un radical cambio estructural. Un juez ha sido capaz de poner en la cárcel a un buen número de empresarios corruptos –entre los más poderosos– e indirectamente de provocar la destitución de la presidenta Rousseff. El politólogo Luiz Felipe D’Avila lo explica bien en un reciente artículo de Project Syndicate:
“A los brasileños les queda mucho por hacer para eliminar la corrupción, reformar o rescindir las políticas populistas y crear instituciones estatales eficientes y responsables, pero la mezcla de indignación popular, jueces valientes e independientes, y una prensa libre y dinámica parece estar llevando al país por una senda promisoria; las acciones irresponsables de políticos y empresarios no solo salen a la luz, sino que reciben castigo”.
En el Perú, corrupción e impunidad son problemas más graves que en Brasil. Algunas empresas brasileñas –a cuyos jefes el juez Sergio Moro ha encarcelado– han campeado a sus anchas por Lima muchos lustros, consiguiendo casi todo lo que querían y sus excesos han pasado completamente impunes. Hasta el punto que ahora, ante la imposibilidad de operar por su reputación destruida, venden sus cuestionadamente obtenidos proyectos a otras empresas sin problema alguno.
Fue la ex sub-procuradora Yeni Vilcatoma quien nos dio la mejor ilustración del problema cuando grabó al ex ministro de Justicia Figallo en aquel lapidario: “¿Tú sabes quién es Odebrecht? Odebrecht pone y saca presidentes, Odebrecht es el dueño del Perú, es el dueño de Latinoamérica”.
¿Y qué podemos esperar? La designación de Marisol Pérez Tello al Ministerio de Justicia es sin duda un buen comienzo. He seguido con interés su trayectoria y creo que políticos con su integridad y coherencia se pueden contar con los dedos de una mano. También es buena señal el reciente nombramiento de Julia Príncipe. Ojalá puedan cambiar las cosas.
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