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Opinión

“Estamos ante un experimento monetario cuya escala no tiene precedente en la historia. Nadie sabe con exactitud lo que puede pasar, pero todos saben que no será nada agradable”.

Economista y asesor financiero

A finales del 2008, los bancos centrales emprendieron gigantescas emisiones de dinero, inicialmente con el objetivo de que las finanzas del planeta no cayeran al abismo, no podían quedarse de brazos cruzados dando paso a un previsible desenlace de quiebras con su secuela de desempleo y conflictos entre países; habían aprendido la lección de los errores cometidos después del colapso financiero de 1929. Pusieron un eficaz cortafuegos, y así pararon en seco la onda expansiva.

Las emisiones monetarios continuaron los años siguientes con la idea de facilitar un proceso paulatino de desapalancamiento (reducción de niveles de endeudamiento excesivo) de un buen número de instituciones financieras y categorías de deudores. Había que llevar las deudas a niveles sostenibles y ganar tiempo para otras reformas necesarias pero era mejor hacerlo en economías en crecimiento.

A ocho años de la crisis financiera del 2008, sin embargo, los bancos centrales no han retirado de circulación ni un solo dólar de los billones emitidos y algunos siguen emitiendo. Es cierto que no ha habido inflación de notar en los precios de bienes y servicios, pero ese exceso de dinero ha ido a financiar más deudas y a inflar los precios de los activos: empresas, bonos y bienes raíces. De tal manera que dos de los principales problemas que nos llevaron a la crisis del 2008, ahora resulta que se han agravado.

En cuanto a la deuda, el FMI nos decía el pasado octubre que la deuda total casi alcanza a dos veces y media el PBI mundial, nivel que no solo excede al registrado en 2008 sino que es el más alto de la historia. En cuanto al precio de los activos, estamos a niveles solo alcanzados en el crash del 29, y durante el puñado de años de “exuberancia irracional” de la segunda mitad de los noventa; de acuerdo con la medida de valoración preferida por el Nobel de Economía Robert Shiller –conocida como CAPE– y refiriéndome a la valoración del índice S&P de la bolsa de los EE.UU. desde 1881. Hay otras categorías de activos y otras medidas de valoración, pero en mi opinión, las que presento son las más relevantes.

Los banqueros centrales llevan ya varios años diciéndonos que hay que normalizar la situación monetaria, es decir, retirar progresivamente el exceso de liquidez subiendo las tasas de interés. Pero tienen miedo de hacerlo porque estamos ante un experimento monetario cuya escala no tiene precedente en la historia. Nadie sabe con exactitud lo que puede pasar, pero todos saben que no será nada agradable. No hay salida fácil.


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