Estamos perdiendo precioso tiempo para hacer reformas. Hay varias razones que lo explican pero la principal es que los fujimoristas no han entendido que el futuro político de Pedro Pablo Kuczynski y su partido se agotan en julio del 2021 y que es justo entonces cuando podría comenzar el tiempo de Keiko Fujimori, si es que Fuerza Popular juega bien sus cartas.
Si el país tuviera un presidente ignorante, populista o errático la población aplaudiría un rol activista de la oposición; pero es un hecho incuestionable que el Perú tiene un presidente conocedor, juicioso y experimentado. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con su visión sobre las reformas que se necesitan. He tenido la oportunidad de conversar muchas veces con él en los últimos años y he constatado que nuestros puntos de vista difieren en bastante más de un tema. Pero tengo la certeza de que este gobierno, si le dejan, puede hacer muchas cosas buenas para el país, y también de que no va a hacer ninguna tontería.
Dados estos parámetros, la responsabilidad de la gobernabilidad del país la tiene Fuerza Popular, que es el partido que tiene mayoría absoluta en el Congreso. El electorado peruano ha puesto a Kuczynski y Keiko en la tesitura de ser compañeros ineludibles de viaje. Aquí no hay un gana uno y pierde el otro. O ganan juntos o pierden juntos. Y si pierden, quien más pierde es Keiko porque limita sus posibilidades de llegar a la presidencia en 2021.
El Ejecutivo ha solicitado al Congreso delegación de facultadas para plantear una serie de reformas. La costumbre es que dicho pedido se someta a decisión del Pleno del Congreso. Sin embargo, como bien apuntaba ayer en su columna Fernando Rospigliosi, Fuerza Popular está tratando de “cocinar a fuego lento” el gobierno haciendo pasar dicho pedido por el vía crucis de la Comisión de Constitución y luego por las diez comisiones ordinarias.
Al hacerlo, Fuerza Popular está malgastando su capital político por partida doble. Primero, porque al obstruir la acción del gobierno perjudica el logro de resultados y, por ende, el futuro político de Keiko. Y segundo porque, según la última encuesta de Proética, son precisamente los partidos políticos y el Congreso las instituciones más impopulares del país.
De todas las malas estrategias, la peor es la que identifica como enemigo a quien no tienes más remedio que sea tu aliado. O si no les gusta, entiendan que por lo menos tienen que ser enemigos íntimos.
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