Estoy a favor del indulto no solo por motivos humanitarios sino sobre todo porque Fujimori fue condenado mediante un proceso indebido que en cualquier otro país convertiría la sentencia en nula. El que mejor lo ha explicado es el constitucionalista Aníbal Quiroga, quien, en declaraciones a Correo, dijo que: “los correos electrónicos cruzados entre el presidente del tribunal que lo condenó (César San Martín) y unos colegas españoles, que datan de más de un año antes del juicio y en los que se observa que estaban tratando de construir la teoría de la condena sin haber escuchado al acusado viola la imparcialidad… Eso es inadmisible en cualquier parte del mundo”.
En una columna reciente argumenté que las culpas son llevaderas cuando se designa a alguien para que pague por las de todos. El “chivo expiatorio” del Levítico a quien trasladar la culpa para obtener el perdón bíblico. Como la catarsis griega que redimía al espectador de sus bajas pasiones al verlas representadas en los personajes de las tragedias que pagaban con sus castigos. Las culpas están ahí y como no se pueden hacer desaparecer, hay que buscar alguien en quien depositarlas para deshacerse de ellas. El chivo expiatorio del Perú contemporáneo es Fujimori. ¡Gran hipocresía!
Sí, gran hipocresía, han pasado ya dieciséis años desde que Fujimori dejó el poder y la corrupción campa a sus anchas. Han transcurrido cuatro gobiernos y de regeneración institucional nada de nada. Y para muestra un botón, el Foro Económico Mundial ubica al Perú en el undécimo puesto por la cola, entre 140 países, en cuanto a la posibilidad de comprar una sentencia judicial. Jueces prevaricadores unos que condenan antes del juicio siguiendo la consigna política y coimeros otros que venden sentencias. Cómo van a recuperar las autoridades del Estado la confianza de ciudadanos e inversionistas con un sistema judicial que lo que administra es la injusticia.
Entre 1990 y 1996 el Perú logró la estabilización de la economía, la reinserción en el sistema financiero internacional y la derrota del terrorismo; logros históricos que ningún otro ex presidente puede mostrar. Y a pesar de eso, en el paraíso de la impunidad el único que paga con cárcel, ya una década, es Fujimori. Aborrezco su talante autoritario y su movimiento basado en el culto a la personalidad, pero el trato a Fujimori me parece inequitativo, injusto e incluso cruel.
El presidente tiene el poder constitucional de enmendar este atropello decretando el indulto. Apelo a su sentido de justicia.
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