Vayan las primeras líneas en solidaridad con los afectados por los huaicos y en reconocimiento de los trabajos de rescate. Subscribo ese “me uno en oración por mi Perú” que ha difundido el cantante Alejandro Sanz.
Hace un par de días la fuerza de las aguas del Rímac se llevó por delante el puente de Solidaridad-Talavera construido hace apenas siete años. Según el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional, con éste son treinta los puentes que han colapsado en el departamento de Lima. La explicación del alcalde Castañeda es que “la ingeniería tiene un límite que siempre es superado por la naturaleza”.
Cierto, pero “ingeniería” es un término demasiado amplio. La pregunta clave es ¿por qué ante la misma fuerza de la naturaleza colapsa el Puente Talavera –y otros veintinueve– mientras que aguanta incólume el Puente de Piedra pocos km río abajo? Pues porque la ingeniería del primero es mala y la del segundo es buena. Como nos ha recordado Juan Mendoza en su columna de ayer, el Puente de Piedra lo construyó su homónimo, el Virrey Juan de Mendoza, en 1610. ¿No tiene el Perú de hoy recursos y conocimientos tecnológicos para construir puentes igual de buenos que los de hace cuatro siglos? Por supuesto que sí.
Entonces, ¿cuál es la explicación? No puede ser otra más que la corrupción.
¿Es la corrupción la causante del subdesarrollo o es al revés? La relación camina en ambos sentidos. Los países atrasados tienen instituciones débiles y quienes detentan el poder político y/o económico pueden manipular el sistema en su provecho. En tanto que la causalidad en sentido contrario resulta de que los recursos no se asignan con la eficiencia que se derivaría de la rentabilidad económico-social y la competencia sino mediante incentivos espurios y decisiones interesadas. La mala asignación de recursos perpetúa el subdesarrollo.
El “roba pero hace obra”, aparte de aberración ética, es una falacia total porque cuando el objetivo es robar, se busca la obra en que más se puede robar, y se hace mal y al costo más alto posible, no la obra que más necesita la sociedad a costo razonable y bien. Ahí tenemos la pista para entender la afición por los megaproyectos cuando lo básico y prioritario no está cubierto.
Los 2,500 millones de soles que acaba de anunciar el gobierno para la reconstrucción son una cifra irrisoria frente a los 17,000 millones de soles de gasto en una refinería innecesaria (Talara ), 16,000 en una mera línea de metro, y otros tantos. Para prevenir el drama humano y económico de futuros huaicos se necesita mucho más dinero que se puede movilizar rompiendo con el vicio de los cuestionables expendios faraónicos.
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