El FMI acaba de actualizar su informe periódico sobre las perspectivas de la economía mundial. Sube su proyección de crecimiento del PBI mundial a 3.5%, una décima más que en su actualización anterior de enero y cuatro décimas por encima de la tasa de crecimiento del 2016.
Hace un mes, The Economist también presentaba un escenario de mejoría. Es más, ambos nos dicen que la recuperación es generalizada y que el comercio mundial podría remontar en el año en curso hasta 4%, el ritmo más rápido desde el 2010. El FMI pronostica para 2018 un crecimiento del PBI de 3.6%, es decir una décima más que en 2017.
No voy a disputar el inventario del FMI. Este organismo tiene mejor información que nadie; dispone para cada país de un equipo de economistas que monitorea continuamente los entresijos y estadísticas país a país.
Pero sí me aventuro a afirmar que la recuperación en curso es frágil y va a ser efímera. Pongo un plazo máximo de dos años. Sustento mi predicción en los dos caballos de batalla que he venido planteando en esta columna: (a) el problema del endeudamiento –que dio lugar a la crisis del 2008-09– lejos de solucionarse se ha agravado y (b) los activos están sobrevaluados.
La gran pregunta es, por tanto, qué pasará con el desempeño de algunas categorías de deudores y con el precio de los activos a medida que avanza el proceso de normalización de las tasas de interés y retiro de las emisiones monetarias. Hay aquí, además, un efecto de retroalimentación desafortunado: si el PBI crece a mejor ritmo, más rápido se retirarán los estímulos monetarios, lo que, en un segundo momento, afectará negativamente al crecimiento del PBI.
Un tercer factor negativo es por supuesto la oleada de populismo, nacionalismo y proteccionismo: Brexit, Trump, veremos qué ocurre hoy en las elecciones francesas con Le Pen, etc., etc.
Hay también regularidades históricas. En marzo, la tasa de desempleo de los EE.UU. fue 4.5%, nivel que se considera de pleno empleo. Según explica un artículo reciente (goo.gl/0VfoPc), cuando la tasa de desempleo alcanza al nivel mínimo del ciclo, en un periodo promedio de nueve meses la economía entra en recesión.
Dicho promedio de nueve meses se calcula a partir de los cronogramas de los diez procesos de recuperación desde la Segunda Guerra Mundial. El plazo máximo de demora en la llegada de la recesión se dio en 1989-90 y fue de dieciséis meses. De ahí mi pronóstico de dos años.
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