Preocupados por la integridad de sus pequeños, es común que los padres tomen medidas de protección que cruzan el límite de lo adecuado. La delincuencia, el bullying y el contenido ofensivo en Internet son solo algunos de los dolores de cabeza para muchos adultos con hijos.
Sin embargo, esto también podría resultar dañino a nivel emocional. Es decir, protegerlos en exceso puede librarlos de peligros reales del mundo externo, pero a costa del correcto desarrollo de su interior.
Los expertos consideran que, lejos de encerrar a los hijos en una burbuja, hay que brindarles herramientas para que sepan cuidarse y defenderse por sí solos. La idea es enseñarles que, en efecto, hay riesgos a los que deben enfrentarse y que, siguiendo las pautas adecuadas, pueden evitarse y superarse.
De otro modo, el menor desarrollará una autoestima débil y una personalidad dependiente. Los hijos deben ser educados para convertirse, progresivamente, en seres autónomos.
Así como la sobreprotección es un pecado por exceso, el otro extremo –la confianza ciega, a veces vista como despreocupación– también es malo.
Hay problemas que requieren del monitoreo y la ayuda de los padres, como el acoso escolar. Por ello, encontrar el punto exacto entre dejarlos ser libres y cuidarlos es una tarea difícil, pero no imposible.
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