24.NOV Domingo, 2024
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Opinión

“Castro eligió a un idiota porque le da obediencia absoluta y es un fusible ideal. En tanto que servil, es el bobalicón visible”.

Analista político

Resulta asaz extraño que la opinión pública internacional y la oposición venezolana en todas sus versiones no vocalice claramente que el enemigo estratégico de Venezuela es la ocupación castrista.

Diego Arria, ex presidente del Consejo de Seguridad de NNUU, asegura, como muchos otros, que hay 60 mil soldados cubanos en Venezuela. La prensa informa que inteligencia cubana opera en Caracas en las oficinas de Prensa Latina, que hay 4,500 militares cubanos de alta graduación en Fuerte Tiuna, sede del colegio militar, y que los francotiradores que asesinan estudiantes con un tiro en la cara para sembrar el terror, son cubanos. Maduro, nombrado por Chávez como sucesor, fue impuesto por Raúl Castro en un país donde importa el poder y no la institucionalidad. Sin embargo, el mundo ataca al títere y nadie al titiritero. Confundir el enemigo táctico con el estratégico es un error político mayor pues se cura la ciática y se muere de pulmonía.

Castro eligió a un idiota porque le da obediencia absoluta y es un fusible ideal. En tanto que servil, es el bobalicón visible mientras entre bambalinas ordenan la pugna interna desatada con la muerte de Chávez, una muerte tan conveniente (inducida, también aseguran) como puntual para Raúl Castro. Pues, si Fidel moría antes, el dinero y el carisma del venezolano hubieran opacado al delfín cubano. En tanto que fusible es típico en política como cualquier primer gabinete de un nuevo gobierno que al quemarse produce un desahogo general. Con la creciente animadversión global contra Maduro, cuando el pueblo lo descuartice la tensión nacional e internacional bajará confortando a todos y, aliviados, tendrán nuevas elecciones. Pero estando todos los poderes controlados, ganará el candidato oficialista: la hija de Chávez u otro pariente del difunto, si es que finalmente han entendido que la naturaleza del comunismo es una monarquía plebeya. Y así, Castro habrá asegurado el petróleo y el país, para sí.

Mientras el colonialismo castrista no sea erradicado, Venezuela no tiene chance alguno de reconstruirse ni de recuperar su libertad, sea con una oposición unida o dividida, esté Maduro o no, con o sin apoyo internacional. El problema de Venezuela no es Maduro, es Castro.


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