El país está bloqueado y, sin embargo, muchos acudieron ayer a votar en las elecciones de la “constituyente cubana”, según la analista Thays Peñalver. Ya Hugo Chávez —bajo la batuta cubana— preparó este fraude electoral con la “carnetización express”, manipulando identificación nacional (los registros físicos se encuentran en La Habana) y dándole hasta un doble valor al voto de las regiones adeptas. También hicieron la Ley de Comunas, base legal de estas elecciones, donde solo participan miembros del partido de gobierno. Por tanto, aunque esta Constituyente parezca sacada de la manga, fue, en realidad, sembrada hace muchos años. Maduro no es el artífice.
Hay otros instrumentos tácticos para lograr mantener a Cuba gobernando esa importancia geopolítica que es Venezuela. Uno es el diálogo, instrumento ideal para desinflar la protesta callejera. Lo lograron anteriormente, validados por el papa Francisco. Este abril último, la Cancillería rusa (durante la visita de Alejandro Castro Espín a Moscú) lo planteó. Rodríguez Zapatero es el agente encargado de promoverlo. Otro instrumento es escalar la represión. Otro es desplazar la noticia internacional hacia los miles de refugiados y exiliados. Y otro es activar el ejército (todavía en estado de latencia). Si atendemos al detalle, todas estas tácticas las utilizó la revolución cubana, en su momento.
Las dictaduras del siglo XX cayeron cuando EE.UU., su mentor global, les quitó apoyo. Con cinco meses de movilizaciones masivas, Maduro no cae porque lo siguen apoyando, sin vacilar, China, Rusia y, sobre todo, Cuba, el operador directo. Maduro y sus delincuentes son tropa, no son mando. Congelarles las cuentas no afecta. Para liberar a Venezuela, hay que apuntar bien, hay que apuntar al gobierno cubano.
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