Tanto se cacareó en América Latina que la paz, la legalidad y el diálogo deben ser el vehículo de la política que finalmente la mayoría del continente las abraza. Atrás quedaron las formas tradicionales de la lucha política violenta, el golpe de Estado, la guerrilla, el brazo militar del partido político.
Por la democracia vuelta fe, pocos aceptaron las evidencias de caudillos que —respaldados por los Castro— usaban el discurso democrático para hacerse del poder absoluto.
Solo aquellos países que tuvieron la suerte de mantener independiente a su parlamento o a su sistema judicial lograron sacar legalmente al socialismo del siglo XXI (Paraguay, Argentina, Honduras y Brasil), pero Venezuela, que tiene todas las instituciones capturadas, ¿cómo saca a Castro, a Maduro y a su banda? Más desde una oposición con conciencia democrática de nuevo cuño, no preparada para la guerra política sino para la paz y el progreso. La oposición venezolana es absolutamente democrática, desde la heroicidad de Leopoldo López, María Corina Machado y millones de venezolanos que protestan en las calles, hasta la torpeza de Capriles y la MUD que a veces parecen pusilánimes, a veces cómplices. Aun así, es un prototipo político del futuro pero, otra vez, ¿cómo sacar a esa horda prendida al poder? ¡Con la ayuda de sus hermanos! Hoy, Venezuela somos todos y solo la presión inclaudicable de los demócratas del mundo, señalando a los Castro como el agente de esta ignominia, puede ayudar a que un movimiento pacífico saque a un gobierno asesino e ilegítimo (desde que rechazó el referéndum revocatorio constitucional). Mañana, seguramente necesitaremos a los venezolanos y ellos acudirán generosos a darnos una mano libertaria y democrática como antes, como siempre. Hoy nos toca a todos nosotros.
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