22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Una larga nube de gente ocupa los anchos 12 carriles de la autopista Francisco Fajardo. Adelante están los ‘neptunos’ de agua y los carros de asalto españoles, por cuyo negociado el ex presidente Rodríguez Zapatero es servil al régimen de Maduro. Toda Venezuela está en la calle. Instrumentalizado por inteligencia cubana, el régimen quiere que la gente, como venados perseguidos, se agote y se entregue, de pie, inmóviles, para ser degollados. Si no, los francotiradores cubanos volverán a matar manifestantes con un tiro en la cara para generar el terror.

Al contrario, esta rebelión de la entereza insiste con la paz. No mata al opresor. Los jóvenes de Antímano y Caricuao rodean a un grupo de la Guardia Nacional y les disparan gritos, “¡miren cómo nos tienen, desgraciados!”, “¡ustedes también sufren!”. No los tocan. Jessy Divo de Romero, la rectora de la Universidad Central, denuncia que el Ejército ha violado la autonomía universitaria, pero no suspende el acto de graduación. Un estudiante muestra su espalda con quince perdigones. Hay miles de presos políticos. Hay censura de información. El oncólogo Fuenmayor Valladares renuncia a su práctica médica porque no hay instrumentos ni medicamentos. 27 mil muertos registra la violencia callejera. No hay comida en los mercados. Venezuela es un Alepo sin bombas.

El pueblo insiste porque la alternativa es la cubanización o emigrar. En esta difícil hora, Venezuela no le pide mucho a sus hermanos. No nos pide morir por ella. Nos pide tenerla en nuestro corazón y palabras, tener presente su lucha libertaria y gritar con ella: ¡Fuera delincuentes, fuera Maduro!


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