Esta columna desea que las esperanzas se hagan realidad este 2017 y las interrogantes tengan respuestas nobles, generosas y que traigan mucha alegría.
Que las instituciones y la sensatez del entorno republicano apacigüen el exitoso y, por lo visto indetenible, ego de Donald Trump; que la democracia norteamericana (vanguardia del planeta) se ratifique como el gran sistema que produce equilibrio a través del tiempo, dándole unas veces el poder al individuo y otras veces a la élite, fundamentales ambos; que Putin deje de engañar a los ingenuos que creen que invitar niños a los actos oficiales, como los pioneritos encargados de vigilar las elecciones fraguadas en Cuba, es una señal de elegancia o astucia.
Que la muerte de Castro, el tirano infame, debilite el modelo policial-militar que asfixia Cuba y cuyos tentáculos manejan a Venezuela y Bolivia. Que los intelectuales y periodistas tengan la decencia de denunciar la infamia de los Castro y dejen de pasarlos por alto: el día que se destape el castrismo, se verá que Venezuela es una más de las muchas desgracias que han producido en el continente (y en el mundo).
Que la razón se imponga en este 2017 y se concluya que el radicalismo islámico es un enemigo menor y que el verdadero daño son los balbuceos y culpas de Occidente mismo; que el radicalismo islámico es una forma del desequilibrio planetario que manipula una religión como el comunismo usó por más de un siglo los sentimientos sociales.
En fin, que todo sea mejor en este recién estrenado 2017, que seamos más hermanos, más generosos y que somos libres y seámoslo siempre. A mis lectores, muchas gracias, un abrazo enorme a mis colegas de Perú21 y a ese maravilloso Perú, al que quiero tantísimo, todos mis deseos de paz y prosperidad.
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