Los nuevos liderazgos políticos de Venezuela se están gestando en las calles. El pueblo llegó a tal hartazgo que cualquier chispa…
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) monopolizaba a la oposición y atajaba la protesta. No le decía “dictadura” al régimen, no quería tomar la calle ni hacer olas. Alegaba que le dolían los muertos, cuando 27 mil venezolanos mueren cada año con esta dictadura. Fueron marchitando al pueblo. A los luchadores propositivos los abandonaron: Leopoldo López, preso, y María Corina Machado, aislada. Esa “unidad a ultranza” no solo es un resabio centralista y autoritario, sino un error pues se convirtió en un dique a la protesta, en una oposición oficialista. Es más fácil infiltrar, disuadir e intimidar a una sola unidad política.
Henrique Capriles reculó cuando le tocó reclamar por su triunfo electoral frente a Maduro. Ahora se sube al carro y convoca a marchas ya convocadas. Sus aduladores alegan que su genialidad esperaba el momento oportuno, en realidad, artero.
Hoy la protesta venezolana arrincona a la dictadura pues la tranquera de la MUD ha sido superada por la calle. Es que la libertad política, como la económica, hace que los más dinámicos y efectivos lideren los procesos y tomen las iniciativas que el régimen no puede controlar. Durante las dictaduras la política se crea; en la democracia se institucionaliza. Institucionalizar la oposición durante una dictadura es derrotar a la oposición.
El pueblo venezolano está pagando costos elevados por la libertad no solo de Venezuela sino de la región. Si afloja, los astros no se volverán a alinear para sacarse al vampiro de la garganta. Por eso, no afloja. Gloria al bravo pueblo.
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