22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

El coronel Alejandro Castro Espín, delfín de su papá Raúl en la monarquía comunista instaurada en Cuba hace 50 años, estuvo en Moscú, en abril. Cada año acude a una reunión global invitado por el general Patrushev, director ruso de inteligencia. También estuvo el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa de Venezuela.

Padrino retornó a los pocos días. Sputnik News informa que Castro Espín a fines de mayo seguía en Moscú en el Servicio de Inteligencia de Cancillería (SVR), la misma que días después, a través de su portavoz María Zajárova, declaró que “cualquier solución (en Venezuela) debe regirse por la Constitución”. La oposición venezolana festejó y creyó que Putin abandonaba a Maduro. No se percató de que además Rusia se ofrecía como mediadora en un diálogo pacífico “sin la destructiva injerencia extranjera” (siendo una potencia extranjera). El ardid ruso-cubano para reeditar el perjudicial diálogo vaticano del año pasado terminó no cuajando, a pesar del contubernio. Tácticas alternativas, el parlamento cubano apoya la Constituyente de Maduro, sus mercenarios asesinos matan jóvenes y tramitaron 150 tanquetas chinas para reprimir. ¿Qué nuevos grilletes y cementerios planea el castrismo para Venezuela? Muchos, aunque su efectividad seguirá bajando. Sucede que, hasta hace poco, su narrativa comunista conmovía corazones, validando sus crímenes. Ahora, las mismas frases provocan asco.

Ayudaría mucho que la valiente oposición venezolana señale pública e insistentemente al castrismo como el operador enemigo que —respaldado por Irán, Rusia y China— sostiene a la decrépita dictadura de Maduro. Sabemos que los “chamos”, ese bravo pueblo, seguirán haciendo su heroica resistencia en las calles, ensanchando cada día las fisuras internas de la dictadura.


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