Por la distinguida avenida Elbchaussee, de Hamburgo, con bosques, vista al Elba y 150 palacetes que son patrimonio cultural, van, con serena marcialidad y con pasamontañas, unos trescientos integrantes del Bloque Negro. Es el grupo de choque “G20 – Bienvenidos al infierno”, la organización radical y anticapitalista. Así se definen. Consideran a China y Rusia parte de la globalización. Al trote, se desprenden 20 integrantes hacia una transversal e incendian con molotov varios automóviles estacionados. Cerca de 200 vehículos en esta marcha. La Policía no detectó, previno ni reprimió esta ofensiva militar. No son pardas sus camisas, no cantan el Horst Wessel Lied, ni destruyen vitrinas comerciales, del judío capitalista. No es la Noche de los Cristales Rotos, sino el Día de los Autos Quemados. Es el mismo enemigo: el capitalismo aggiornado en “globalización”. No importa el discurso. La esencia es igual. Sin duda, están llenos de ideales como los de la Sturmabteilung (S.A.).
La manifestación principal fue en el centro: Hafenstrasse, St. Pauli y en el icónico Rote Flora. Hubo conferencias, guías y visitas. La Policía usó neptunos y gases y desplegó cuidadosas tácticas para dispersarlos, causando el menor daño físico. “Al manifestante ni con el pétalo de una rosa”. Claro, los protestatarios no temen recibir un tiro en la cara como hace la igualmente anticapitalista dictadura venezolana con sus jóvenes.
En el río Elba, sobre un barco de Greenpeace está la figura de ocho metros de altura de un Trump bebé, lloriqueando. Se caga sobre el globo terráqueo. El ambientalismo/anticapitalista es la coartada para educar tropa asimétrica. Antes fue la igualdad y la justicia. El resultado fue el horror.
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