VATICANO.– Sorprendiendo al mundo entero, los 115 cardenales reunidos en el cónclave en la Capilla Sixtina del Vaticano eligieron al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como sucesor del renunciante Benedicto XVI, convirtiéndose así en el primer Papa latinoamericano y jesuita de la historia de la Iglesia Católica.
Bergoglio, de 76 años, no estaba en los pronósticos de nadie pese a que, en el 2005, quedó segundo en la votación con la que se eligió al alemán Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II.
Tras cinco votaciones, la chimenea de la Capilla Sixtina despidió humo blanco al cielo a las 13:06 (hora de Perú).
Sesenta minutos después, el cardenal protodiácono, el francés Jean-Louis Tauran, se asomó al balcón de la Basílica de San Pedro y anunció a la multitud allí concentrada (unas 100 mil personas): “Habemus Papam”. Así, Bergoglio se convirtió en el Papa 266 y llevará el nombre de Francisco.
NUEVO CAMINO
Se asomó a la plaza con un gesto emocionado y un sencillo Buona sera (Buenas tardes). “Antes que nada, quiero pedirles un favor: quiero rezar una oración por nuestro Papa emérito Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo guarde”, siguió en italiano el pontífice y rezó el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria.
En una breve intervención, el nuevo papa sostuvo que ahora empieza “un camino” para el que pidió que “recen unos por otros para que haya una gran fraternidad”.
“Espero que este camino de la Iglesia que hoy comenzamos sea de evangelización”. Además, pidió rezar en silencio por él, para que Dios lo ayude en su labor, y la multitud guardó silencio por unos minutos.
Luego concedió la bendición e indulgencia ‘urbi et orbi’ y, antes de despedirse, anunció que hoy rezará ante la Virgen María para que custodie la Iglesia.
POCO MEDIÁTICO
El primer Papa jesuita de la historia del catolicismo es un sacerdote argentino de hábitos monacales que no duda en atacar al poder político, aunque su actuación en ese terreno le deparó el capítulo más amargo de su vida clerical.
Reservado, poco afecto a lo mediático, preocupado por la marginación social, el nuevo papa Francisco gobernaba con firmeza la Arquidiócesis de Buenos Aires y proyecta un pontificado sin sorpresas en los desafíos que la sociedad moderna le plantea a la Iglesia, como la sexualidad, el divorcio, el aborto o la bioética.
Una de sus biógrafas, Frascesca Ambrogetti, lo describe como “una personalidad absolutamente moderada. Es absolutamente capaz de hacer la necesaria renovación (en la Iglesia) sin saltos al vacío”.
“Coincide con la necesidad de una Iglesia misionera. Que salga al encuentro de la gente, activa y no pasiva. Una Iglesia que no sea reguladora de la Fe, sino promotora y facilitadora de la Fe”, explicó.
El excardenal es un hombre austero, de marcada espiritualidad y apegado a las tradiciones seculares del catolicismo.
De aspecto hierático, habitaba un departamento pequeño –rechazó la confortable residencia oficial del arzobispado–, donde pasa los fines de semana en soledad.
“Sobriedad y austeridad es su estilo de vida. Viaja en subte (metro), en colectivo (autobús). Los viajes a Roma los hace en clase turista”, describió Ambrogetti. Para sus escasas apariciones públicas sus discursos están cargados de palabras duras tanto para los políticos como para la ciudadanía, señalando la pobreza masiva, la marginación y la desigualdad social que vive Argentina.
PERDIÓ UN PULMÓN
Llegó al sacerdocio a los 32 años, casi una década después de perder un pulmón por una enfermedad respiratoria y de dejar sus estudios de Química. Pero, pese a su ingreso tardío, en menos de cuatro años llegó a liderar la congregación jesuita local, un cargo que ejerció de 1973 a 1979. Su ascenso coincidió con uno de los periodos más oscuros de Argentina, lo que le deparó fuertes críticas: la dictadura militar entre 1976 y 1982.
El cuestionamiento remite al secuestro de dos jesuitas detenidos clandestinamente por el gobierno de facto por hacer tareas sociales en barriadas de extrema pobreza. Según la acusación, Bergoglio les retiró la protección de su orden. Los párrocos sobrevivieron a cinco meses de encierro.
SUS RETOS
El papa Francisco tiene que afrontar importantes retos dentro de la Iglesia Católica, como son una mayor colegialidad, la reforma de la curia y la potenciación de la nueva evangelización en un mundo cada vez más secularizado.
Asimismo, debe afrontar los casos de clérigos pederastas, el celibato sacerdotal, una mayor presencia de la mujer en las instituciones de la Iglesia y la mejora de las relaciones con el Islam y, sobre todo, con los judíos.
En el Vaticano, se espera que este hombre silencioso conduzca la estructura de la Iglesia con mano férrea y con una marcada preocupación social.
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