Juan Claudio Lechín,Desde Nueva York
Analista Político
El Estado Islámico (EI) ha declarado su intención de tomar España, Portugal e Italia. En Londres y París, violentas manifestaciones islamistas declaran su decisión de someter Occidente. Los titulares de la prensa internacional han detonado la paranoia y el temor de Occidente; lo propio hacen las redes sociales. Estados Unidos, el siempre de-sacertado en política exterior, emitió un video oficial para prevenir que la gente se enrole en el EI, mostrando imágenes violentas de los soldados del “califa” Al Bagdadí, cabeza de este proyecto de restablecimiento monárquico del imperio de los Omeyas que, en el siglo VIII, reinaba desde Bagdad (incluido Irán) hasta la península ibérica, así como los territorios intermedios del Levante y el norte de África, incluido Egipto.
Es correcto que la prensa haga titulares explosivos, ese es su negocio. Un horrendo enemigo común vende mucho y agrupa a las sociedades trémulas detrás del Estado, del rey o del caudillo protector. El viejo truco.
Ahora, ¿es posible que el EI, como Dr. Evil en las películas de Austin Powers, esté preparado para ocupar el mundo? Militarmente no tienen la capacidad de triunfar sobre ningún ejército europeo. Al devastado Iraq, sí. El problema no es militar sino político, pero, sobre todo, de mentalidades. Fracciones radicales de islamistas en Occidente van a abrir nichos de violencia contra la población civil, e intentarán —en la clásica operación leninista (y fascista)— que “un puñado de activistas arrojados revele las contradicciones del sistema y lo haga estallar”. Aquellos países con debilidades estructurales en su sistema político-social van a sufrir más este embate, que congregará no solo a los islamistas, sino a toda la cohorte antiliberal: los chavistas Pablo Iglesias en España, los procastristas y la llamada izquierda. Recordemos que una de las tipologías del fascismo es el restablecimiento de un pasado imperial glorioso y de un paraíso social terrenal. Estos discursos-ficción tienen efecto, pues aterrizan en la psicología señorial/feudal de las colectividades y así unen disímiles como creyentes y ateos, marxistas e islamistas. Hay un combate a realizar contra esta amenaza, cuyo peor rostro hoy es el Estado Islámico y su mejor rostro son los Castro, con China respaldando desde las sombras. Ajenos a este ajedrez global, los políticos andan en la micropolítica, como los músicos del Titanic, tocando imperturbables mientras se hunde el barco.
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