Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com
Ni bien fue detenida e internada en una cárcel Nancy Obregón, acusada de tráfico ilícito de drogas y colaboración con el terrorismo, el Presidente ha sido señalado de inmediato por la clase política. Ésta no ha perdido el tiempo, sin duda, en pedirle explicaciones que, en realidad, son mucho más que eso. La complicidad con la excongresista nacionalista y exasesora de la bancada del partido del Gobierno parece ser más que una simple insinuación. La líder cocalera y hoy cabecilla de una banda criminal de narcotraficantes habría sido, pues, la banquera del Presidente y su partido. Las comisiones investigadoras en el Congreso están a la vuelta de la esquina y una tormenta parece cernirse sobre la cabeza del Presidente.
Todo esto es muy peligroso. Poner al Presidente en la picota del narcotráfico, como cómplice de la Obregón, es simplemente asesinar la autoridad presidencial para los próximos tres años con las catastróficas consecuencias políticas, sociales y económicas que, sin ningún atisbo de duda, se producirán para desgracia de todos los peruanos. La situación política no es de las mejores. Una profunda desazón y desconfianza por los políticos y sus principales líderes crispa a la opinión pública y priva al sistema de una mínima fidelidad. La economía, que ha venido sosteniendo a la política, tampoco está para juegos con una bonanza que parece estar en entredicho en boca del propio mensaje presidencial. Y, pues, evaporada la bonanza, las calles empiezan a estallar. Un futuro insostenible para un presidente sin autoridad.
La verdad es que si las cosas han llegado hasta este punto es por la irresponsabilidad del propio Presidente. Quiero decir que si hoy la clase política lo señala por la Obregón, metiéndolo en la misma alija de coca, es porque él se ha peleado con todos ellos. Primero, traicionando a todos aquellos con los que llegó al poder. Segundo, jugando con la absurda candidatura de su esposa como competidora ajena a todas las reglas del juego electoral. Luego, quitándoles la silla a 130 congresistas que confiaron en su palabra para elegir a los miembros del TC, BCR y DP. Por último, sin duda, su error monumental: haber cacheteado gratuitamente al expresidente García, su par, tratando de empujarlo al confinamiento político de la inhabilitación.
Hoy, todos estos le están pasando la cuenta de sus agravios. En su favor está que su debacle es también la debacle de todos ellos (y, por desgracia, de todos nosotros). Por lo que el Presidente tiene una segunda oportunidad: Reconciliarse. No hay más. Con algunos ya no podrá hacerlo. Es demasiado tarde para ello. A la izquierda que traicionó le conviene que todo estalle. El caos es su elemento y su única chance de marcar la agenda pública. Por último, son tan estúpidos que algunos ya insinúan subirse a la furgoneta de la Obregón. Pero todos los demás están comprometidos con el sistema y, por lo tanto, no pueden prosperar sin él. El Presidente tiene que tenderles nuevamente la mano.
En cuanto a la Obregón, lo único que ha cambiado es que hoy está en la cárcel. Por lo tanto, no tendría mayor sentido político desbancar a un presidente reconciliado con sus pares por una mujer de la que todo el mundo sabía, desde el principio, las miasmas por las que andaba.
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