Soy fanático de la verdad y, como soy individualista y el mundo solo tiene sentido a través de mis ojos, huelga decir que no hay otra verdad que cuente que no sea la mía. Así pues, ser fanático de la verdad es ser fanático de mi verdad. Y mi verdad es que todo lo que la contradice es falso y todo lo que la apoye es verdadero. De paso, esta es la única forma de no caer en el relativismo de la verdad, pues, como no pueden existir dos verdades diferentes sobre un mismo tema, resulta lógico que, si hablamos de verdad, solo exista una, y esa sea mi verdad. Como me dedico al periodismo y este tiene por fin supremo la búsqueda y difusión de la verdad, la conclusión es que el periodismo tiene por fin la búsqueda y difusión de la verdad que me pertenece.
Por ejemplo, en el caso de Nadine Heredia, mi verdad –o sea, “la verdad”– es que esta señora me cae gorda y es una delincuente de siete suelas. Por eso, mi función como periodista que busca difundir la verdad es buscar y dar a conocer la entraña gansteril de esta señora. Y si tengo que pagar por ello –me refiero a pagar algunos miles de dólares–, pues la verdad –que es la mía– estará servida de sobra.
Como todo lo que apoye mi verdad es verdadero y todo lo que la contradiga es falso, tengo que decir que el 73% de los peruanos que cree que las agendas de la señora Heredia le pertenecen están en lo cierto y, por lo tanto, las agendas corruptas le pertenecen a la doña. Por el contrario, cuando más del 50% de los peruanos piensa que Petroperú debe administrar el Lote 192 o nacionalizarse Repsol, entonces no están en lo cierto, porque mi verdad –o sea, la verdad– es que Petroperú no debe administrar el Lote 192 ni debe nacionalizarse nada. Mi lógica es innegable y, por ello, no se encontrará contradicción alguna pues, tratándose de la verdad, nadie como yo la conoce mejor, ya que me pertenece.
En este sentido, creo en el Estado de derecho, en la Constitución y las leyes siempre y cuando comulguen con la verdad que, huelga decirlo, es la mía. Por eso, cuando la Fiscalía ordena que “la mujer más corrupta de la historia del Perú” se someta por fin al peritaje grafotécnico, no me conformo y exijo que lo realicen forenses internacionales. Y esto porque no les doy crédito a los peritos nacionales establecidos por el debido proceso en tanto que el proceso solo será “debido” si resplandece la verdad, que es la de mi propiedad. Tengo derecho a sospechar, pues siempre existe la probabilidad de que la verdad no brille como yo quiero. Pero quiero que sepan que no tengo nada contra los profesionales nacionales siempre y cuando hablen con la verdad. Prueba de ello es que les doy toda la razón a los peritos peruanos que afirman para un reportaje que a la letra de la monstruosa señora Heredia se suma la de su vil esposo. ¿Y cómo no les daría razón si su verdad es también la mía, o sea, la verdad?
No me da asco que me contradigan, me dan asco todos los falsarios que denigran la verdad. Por ello, esos no pueden ser más que estúpidos, ignorantes, viles, tontos útiles o mermeleros. Si no fuese así, hablarían con la verdad que, necesariamente y por las razones expuestas, es única y absoluta –por ser la mía–.
Y no quiero que quede duda de que soy yo quien esto escribe. Después de todo, “la verdad es mi letra”.
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