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Opinión

El editor de Deportes de Perú21, Francisco Cairo, analiza la historia del ‘Apache’ desde su infancia hasta su llegada a la final del torneo de clubes.

De niño no coleccionaba figuritas, apenas le alcanzaba para sobrevivir entre las balas de ‘Fuerte Apache’. En ese barrio tallado por el peligro, Carlos Tevez se hizo hombre a golpes. Tenía seis meses cuando su madre lo abandonó sin más. Algunas semanas después se quemó parte de la cara y el pecho con agua hirviendo. El accidente le dejó marcas para toda la vida, al igual que la muerte de su padre biológico, asesinado de 23 tiros cuando Carlitos no había cumplido los 6 años.

El argumento parece sacado de una película de terror, pero la historia es un canto a la victoria. La proeza de un tipo simple que se transforma en héroe contra todo pronóstico. Criado por sus tíos maternos, a los que debe sus apellidos, Tevez se hizo a pulso en la calle. Donde otros se perdieron en el camino, Carlitos no paró de regatear. Primero a la droga y a la delincuencia. Después, a los innumerables rivales que se le pusieron enfrente en el potrero y en campos más relucientes.

Tevez es contemporáneo de Messi, pero está mucho más emparentado a Maradona. Su épica, como la de Diego, es de consumo masivo. La gente lo llama ‘el jugador del pueblo’ porque dice lo que siente y porque nunca se ha desligado del barrio, al que vuelve cada vez que puede. Una de las torres de ‘Fuerte Apache’ está revestida con un inmenso mural de su rostro. Allí siempre será Carlitos, el chico que se divertía con las canicas y solía pedir unas monedas a los mayores para comprarse alguna cosa. En el pasado del ‘Apache’ no hay nada parecido a La Masía. Si el mayor temor de Messi era no llegar a ser futbolista, a Tevez le daba pavor pensar en la cárcel, una palabra cotidiana en las calles de su infancia.

Se inició en All Boys, pero fue en Boca Juniors donde completó su formación para convertirse en estrella. Guapo, hábil y gran definidor, el delantero atraviesa su mejor momento futbolístico a los 31 años. Hace dos temporadas llegó a Italia, se puso la ’10’ de Alessandro del Piero y conoció al Papa Francisco. Esta última experiencia la lleva en la piel en forma de tatuaje: el fresco ‘La resurrección de los muertos’, que lo impresionó durante su visita a la Capilla Sixtina, gobierna su espalda como otra cicatriz que lo define.

El chico que escapó de la muerte en una ‘villa miseria’ de Buenos Aires alista maletas rumbo a Berlín. La final de la Champions League ante el Barcelona espera en el mismo escenario donde sufrió su mayor decepción con Argentina, en aquellos cuartos de final contra Alemania en el Mundial del 2006. Tevez ya tiene una ‘Orejona’ en su palmarés, la que ganó en el 2008 con el Manchester United, pero alzarla con la Juventus sería diferente, quizás valga más de un mural en Turín.


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