U n día después de su triunfo en la gala de Zúrich, Lionel Messi se tomó una foto que probablemente no se verá más en la historia del fútbol. Radiante, detrás de sus cinco balones de oro, el argentino posó para la posteridad y puso el listón todavía más alto para sus competidores e incluso para su principal rival, el portugués Cristiano Ronaldo, un delantero formidable al que el gol, su principal arma para tutear a la ‘Pulga’, le empieza a ser un poquito más difícil. Con 28 años, Messi está en el pico de su carrera y lidera una nueva versión maravillosa del Barcelona. La complicidad con sus compañeros Neymar y Luis Suárez no solo hace más grande al equipo sino también a cada miembro de la ‘MSN’. ‘Lío’ no compite desde el egoísmo con el brasileño ni con el uruguayo. Tampoco desde una posición de autoridad que en su momento, por ejemplo, lo distanció de David Villa. Al ‘Guaje’, su principal socio de ataque en el último Barza de Guardiola, le puso mala cara más de una vez por no pasarle la pelota. Hoy no ocurre lo mismo. Y no es solo porque Ney y Lucho muchas veces renuncian al gol para que el rosarino convierta. Tiene que ver también con una evolución en el propio Leo, convertido ya en un futbolista total que regatea, asiste y anota como nadie. Un auténtico jugador de equipo que sabe que las victorias individuales de sus magistrales camaradas del tridente refuerzan al mismo tiempo su estatura de crack sin parangón en este siglo XXI. Mientras que Messi amplía su oferta y hace de la solidaridad una nueva virtud, un ya treintón ‘CR7’ no cambia el libreto individualista que desarrolla hace años. Es como un primer actor que repite las mismas líneas con oficio y perfecta impostación. No hay misterio con el nacido en Funchal y eso es lo que, a mi juicio, lo aparta de cualquier debate sobre los mejores de siempre. Con tres balones de oro en su palmarés, aún tiene una buena oportunidad de desprenderse de Cruyff, Platini y Van Basten para acercarse más a Messi que ningún otro en este apartado. Sin embargo, ganar más balones de oro no es el único parámetro para medir la grandeza de un jugador. Las reglas de este galardón han ido cambiando con el tiempo, por lo que comparar es un ejercicio un poco injusto. Un ensayo de la revista France Football, creadora del Balón de Oro en 1956, consideró hace unos días que Pelé (1958, 59, 60, 61, 63, 64, 70) hubiera ganado siete trofeos y Maradona (1986 y 1990) apenas dos en caso el panel de periodistas elegido por dicho medio hubiese podido votar también por cracks sudamericanos. Zidane, un jugador más importante que Cristiano para la historia del fútbol, solo se llevó la esfera dorada en 1998, aunque se alzó con tres FIFA World Player (98, 2000 y 2003), distinción nacida en 1988, gracias a los votos de los técnicos y capitanes de selecciones nacionales. En el 2010 se fusionaron ambos galardones y sistemas de votación y así nació el Balón de Oro de la FIFA. De no haber ocurrido ello, el holandés Wesley Sneijder se habría llevado el premio de France Football y Messi, cuarto en la votación de los periodistas aquel año, tendría solo cuatro balones en la foto tomada hace unos días. Como sea, el ejercicio ayuda a contextualizar lo conseguido por ‘Lío’ esta semana. No se puede afirmar que es el mejor de todos los tiempos por los balones de oro que ha ganado. Tal vez lo acabe siendo por todo lo que inventa en una cancha hace una década, sin desmayo.
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