22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

L os dientes de conejo. El gol como prolongación de su cuerpo. La picardía que aprendió en las calles de su infancia. Los desmarques eléctricos para quedar a tiro de gol o abrir espacios para sus amigos Messi y Neymar. El mismo corte de pelo que llevaba en la adolescencia, cuando surgió como promesa de Nacional y se prometió a sí mismo jugar en Europa para reencontrarse con Sofía, su amor de juventud y hoy madre de sus hijos Delfina y Benjamín.

Luis Suárez no ha cambiado, pero la madurez te entrega medallas invisibles. A los 29 años, no es más el delantero letal que asombraba al mundo tanto por su contundencia goleadora como por sus días de furia, esos episodios casi inverosímiles donde se transformaba en un mutante de los X Men y se lanzaba sobre brazos y hombros, con los dientes por delante. En el Barcelona de Luis Enrique, el jugador nacido en Salto y criado en un hogar humilde de Montevideo ha alcanzado la unanimidad. Lejos de polémicas y escándalos, el ‘Pistolero’ impresiona por un fútbol generoso y vibrante que no se reduce únicamente a meter miedo en el área rival y facturar a un gol por partido.

Bajo la sombra de un club enorme, Suárez ha potenciado todos los recursos que ya había mostrado en Holanda e Inglaterra. En el Liverpool se consagró como un ‘9’ estelar al nivel de Ibrahimovic o Benzema, pero en el Camp Nou ha dado el salto a otra dimensión y hoy forma parte de la leyenda que el Barza escribe hace una década con la tinta del talento superlativo. Lo extraordinario es que, a diferencia de otros grandes artilleros que pasaron por el club (Romario, Ronaldo, Eto’o), el gol no es un fin en sí mismo para el uruguayo. Suárez es feliz si anota un póquer como ante el Valencia, si tira una pared de manual con Neymar o si renuncia a marcar para darle una asistencia a Messi. Duro de matar para los defensores rivales y solidario en extremo con sus socios de ataque, la contribución de Luisito resulta esencial para entender por qué la ‘MSN’ ya tiene un lugar reservado en la historia. Ya lo decía la abuela Lila cuando la fueron a buscar tras la mordida de su nieto al italiano Chiellini en el Mundial de Brasil. “No sé qué le pasó a mi ‘Negrito’. Es buenito y buen compañero, pero calentón”. Luis Suárez sigue siendo el mismo, solo que mejor.


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