Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com
A escasos días del estreno, el productor decide hacer un ensayo: general, público. El ensayo sale tan mal que nadie va al estreno. Ollanta Humala ha quemado así su mensaje a la nación de este 28 de julio por el que la Constitución lo obliga a dar cuenta de la situación general de la República ante la representación nacional reunida en el Congreso. Esta semana concedió una entrevista televisiva en la que el principal anuncio fue que “no iba a haber ‘sorpresas’” para el Día de la Independencia. Creyó así lo que muchas personas bien intencionadas pero políticamente incompetentes dicen. El lugar común de esta gente es que “nadie quiere sorpresas” para el 28. Es más, que es un signo de desarrollo político que las sorpresas no existan en el mensaje de Fiestas Patrias. El Presidente se ha creído este cuento hasta las últimas consecuencias: anunciar pública y adelantadamente que no va a decir nada nuevo y que el Perú va a continuar por el mismo rumbo que hasta ahora. Es decir, el rumbo del “piloto automático” cuyos efectos el país ya está sintiendo… negativamente.
Los incompetentes políticos confunden sorpresa con algo malo cuando, por lo general, la gente de a pie lo asocia con algo bueno. Sí. La gente sí quiere sorpresas para el 28. Quiere que las cosas mejoren y no sigan flotando como hasta hoy. Quieren que el Estado funcione y les haga la vida fácil. Para eso quieren reformas que pongan a caminar al Perú. Quieren saber cuándo vamos a empezar a correr la maratón del desarrollo porque ya de tanto “calentar” nos estamos “enfriando”. Quieren un horizonte en donde poner la mirada, la ilusión, las energías y el propósito. Quieren que el Presidente y su gobierno pongan fin al estado de inseguridad pública que mantiene en zozobra al país. Quieren orden en el marco de las leyes y la Constitución, que son la mejor garantía del progreso. ¿O han visto ustedes progreso sin orden? Sí, quieren que el Presidente les dé esa sorpresa de liderazgo político este 28 de julio.
Pero, como el Presidente ya dijo que no iba a decir nada nuevo, entonces para qué verlo y para qué oírlo si ya lo vimos y oímos en la entrevista de la tele. Más bien fue ahí donde el Presidente sí que dio una gran sorpresa. La del despropósito total, la de la contradicción ambulante, la del cortocircuito entre los medios y los fines. Es obvio que la entrevista concedida por el Presidente esta última semana tenía como objeto restaurar la confianza perdida o desgastada de los agentes económicos en el Gobierno. Como la prosperidad económica ha sido, y todavía es, la base de su popularidad, y como esa base se va afectando con repercusión en las encuestas, entonces había que restablecer la base para que se restablecieran las encuestas. De ahí que dijera o que se entendiera que todo iba a seguir como estaba y que nada iba a cambiar el rumbo del Gobierno en materia política y económica. Empresarios felices, inversionistas contentos y mercado tranquilo = confianza restituida.
Pero todo fue un fiasco. Primero porque a los empresarios, inversionistas y al mercado no les interesa que las cosas sigan como están, es decir, cuesta abajo en la rodada. Segundo porque, saliéndose del libreto de su training media, el Presidente cometió el peor error que puede hacerse cuando se trata de restituir la confianza de empresarios, inversionistas y mercado: ondear la bandera del “perro muerto”. Dijo que el Tribunal Constitucional, que está de salida –¡desde hace varios años!–, debería abstenerse de ver temas “sensibles”. Pronto supimos a qué temas sensibles se refería el Presidente. El TC estaría por determinar el cómo ha de calcularse la deuda que el Estado tiene con los tenedores de bonos de la reforma agraria y que, por lo visto, el Presidente no quiere pagar.
Sorpresa es que un Estado que no quiere pagar sus deudas vaya a restituir la confianza en nadie, menos en los “agentes del mercado”. Sorpresa es que un Estado que sugiere que el nuevo TC va a calcular esa deuda “como a él se le antoja” genere expectativas positivas en la economía. Sorpresa es que el Presidente, que debe respetar y hacer respetar los fallos, esté detrás de esta grosera injerencia. Por lo tanto, sorpresa será que, después de la entrevista y del mensaje del 28, haya subido medio puntito en las encuestas.
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