Lula tiene 5 juicios. Tres de ellos ya fueron transferidos al Supremo Tribunal Federal, pero dos siguen en manos del juez Sergio Moro. El quinto juicio, en manos de Moro, ya pasó por todo el proceso de ley y está listo para dictar sentencia esta semana. La acusación es por corrupción y lavado de activos, correspondientes a US$1.2 millones.
De ser encontrado culpable, Lula podrá recibir 12 años por corrupción y 10 años por lavado de activos, totalizando 22 años en régimen cerrado. La sentencia puede salir cualquier día, pero antes Moro quiere sentenciar a Antonio Palocci, ex primer ministro de Lula y Dilma.
El juicio es por un departamento en Guarujá, financiado por OAS y entregado a Lula como retribución a favores prestados a la empresa. Lula niega ser el dueño, pero las pruebas son abundantes. La semana pasada, Léo Pinheiro, dueño de OAS, declaró a Moro: “las reformas [del departamento] fueron ejecutadas siguiendo las orientaciones de los reales propietarios, el ex presidente Lula y su esposa”. Los abogados de OAS declararon que el departamento fue cargado a la cuenta del PT, con la aprobación personal de Lula.
La condena de Lula no implica su prisión. La sentencia deberá ir primero al Tribunal Regional Federal. El TRF, por lo general, ha confirmado las sentencias de Moro, y en algunos casos las ha ampliado. Si el TRF confirmara la sentencia, Lula iría a prisión.
La condena de Lula, de darse, será una victoria de la lucha contra la corrupción en el Brasil. El jefe del mayor esquema de corrupción de la historia de Brasil estaría siendo castigado con prisión. No será el fin de la impunidad, pero marcará la vida política de Brasil por muchos años.
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