22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Las dos últimas semanas fueron atípicas. La población brasileña ha presenciado en la TV, día tras día, a altos ejecutivos de Odebrecht explicando en detalle la corrupción. Eran personas reales, gerentes importantes, explicando en vivo cómo era la realidad política en Brasil. Decenas de políticos que, hasta días atrás, eran personas muy respetables, hoy ya no lo son.

Todavía es temprano para visualizar todo el impacto de las denuncias, pero no va a ser menor. Se puede afirmar que los hallazgos de Lava Jato están transformando la política brasileña de una manera definitiva.

La ventaja competitiva en la política brasileña era contar con una empresa contratista dispuesta a financiar una campaña. Quienes tenían sus financiadores podían contratar asesores, comprar tiempo en TV y ser elegidos. Las excepciones han sido algunos caudillos locales y los candidatos de las iglesias evangélicas, que contaban con las millonarias donaciones de sus fieles.

Pero todo ha cambiado. A Aécio Neves le abrirán 5 investigaciones y a Lula se sumaron 6 nuevas investigaciones a sus muchas acusaciones. La lista de los investigados incluye a líderes de los principales partidos políticos: 18 del PT, 17 del PMDB, 13 del PSDB, etc.

Se inicia un nuevo periodo, y las rivalidades tradicionales ya no son tan importantes. El desafío del momento es la sobrevivencia, y ahora los intereses son compartidos. El discurso de los políticos ya giró hacia el cambio en la forma de hacer política y del sistema político brasileño. Todos quieren ser los voceros de la renovación ética, pues la nueva ventaja ya no es el financiamiento sino el nuevo posicionamiento de cara al 2018.


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