Brasil está de carnaval. Fuera de los desfiles, los bailes y la cerveza, nada funciona en el país.
Por la reducción del financiamiento público, la imaginación se ha vuelto el recurso principal de las escuelas de samba y bloques de carnaval. En Recife, el “bloque de los corruptos” lleva máscaras de todos los políticos: Cunha, Lula, Dilma, Temer, etc. De las 611 canciones de carnaval de Río de Janeiro, 120 son críticas a Dilma y Eduardo Cunha. En Sao Paulo, líderes del PT y su aliado PSOL han conformado un grupo de carnaval llamado “Bloque Soviético” (en alusión a los blocos, conjuntos de baile de carnaval típicos en Brasil) con críticas a Temer y al nuevo alcalde Joao Doria.
Pero pasado el carnaval, regresa la realidad. Y para los políticos, su realidad son las 800 declaraciones de los 77 ejecutivos de Odebrecht, que involucran a, por lo menos, 130 altos políticos. Además, Lava Jato acaba de realizar su 38ª operación dedicada a los mecanismos de lavado de dinero del PMDB, el partido de Temer, y la Policía Federal está denunciando a Dilma y Lula por obstrucción a sus investigaciones.
Así que, mientras el pueblo baila, la Policía Federal sigue su trabajo y los políticos se preparan para la tormenta que se viene. Ministros renuncian, dicen que por razones de salud, y se dedican, inmediatamente, a trabajar con sus abogados.
Esta es, sin duda, la crisis política más compleja que Brasil ha enfrentado en medio siglo, y el tipo de solución que alcance va a marcar la vida del país por décadas. ¿Como será el Brasil después de Lava Jato? Hong Kong, Singapur y Australia lograron dar el salto institucional y dejaron la corrupción atrás. ¿Aprovechará Brasil la oportunidad para realizar una reforma anticorrupción o seguirá viviendo en un carnaval?
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