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Opinión

Dos semanas atrás, la Policía Federal de Brasil llevó a cabo la mayor operación de su historia, movilizando simultáneamente a 1,100 policías en seis Estados, interviniendo 194 locales de 30 empresas de la industria de la carne, recogiendo pruebas y realizando 38 arrestos. El motivo de la operación fue la denuncia de un esquema de corrupción de inspectores públicos para ocultar la venta de carne vencida y adulterada con ácidos y otros productos químicos.

La operación se realizó en cuatro de las cinco principales empresas de Brasil, incluida la JBS, la mayor empresa de carne del mundo, generando una caída de 8% de sus acciones.

La creación del oligopolio de la carne fue idea de Lula da Silva y Luciano Coutinho, ex presidente del BNDES. Ellos decidieron imitar la experiencia de los chaebols de Corea del Sur y, en 10 años (2005-2014), el BNDES canalizó cerca de 5 mil millones de dólares en crédito subsidiado a 5 empresas para que compraran a sus competidores.

Jugando con el dinero público y sirviendo a los intereses políticos del PT, el BNDES relajó los criterios técnicos en sus políticas de crédito, y el Ministerio de Agricultura se sometió a la corrupción. El resultado fue que, hoy, las principales empresas de carne de Brasil no atienden los requisitos sanitarios globales, y ni siquiera brasileños.

Cada día se hace más claro que el capitalismo de compadres promovido por el PT tiene dos elementos centrales: creación de monopolios públicos y privados, e institucionalización de la corrupción.

Las acciones anticorrupción de Lava jato y ‘Carne Fraca’ (carne débil) están mostrando las políticas reales del PT, ocultadas por su discurso populista.


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