El año 2016 ha sido de grandes cambios: 1. El impeachment de Dilma Rousseff puso fin al proyecto populista del Partido de los Trabajadores (PT) y abrió un nuevo periodo político; 2. Lava Jato se ha vuelto un símbolo nacional al destapar la corrupción de los políticos y del empresariado brasileño; 3. Un nuevo movimiento social, no partidarizado y de corte liberal, ha llevado más de 8 millones de personas a las calles apoyando el impeachment y la lucha contra la corrupción; 4. La postura de la ciudadanía ha cambiado, y el interés por la política se ha incrementado dramáticamente; y 5. Se vive una disposición excepcional por repensar las creencias políticas en un país tradicionalmente dominado por el populismo.
Pero también se hizo evidente que: 1. El PT ha dejado de herencia la peor crisis económica en más de 140 años; 2. La corrupción de la aristocracia política brasileña involucra no solo al PT, sino a todos los partidos políticos; 3. Brasil no saldrá de la crisis económica si no logra aprobar la reforma fiscal, PEC 55, y del sistema de pensiones; 4. En el desespero por salvarse, los políticos están afectando seriamente la estabilidad institucional (Congreso y Corte Suprema); 5. Las debilidades del presidente Michel Temer ponen en riesgo permanente las perspectivas de recuperación económica y política del país.
Si hay algo que caracteriza este fin de año, es la incertidumbre. Si con el apoyo de Renán Calheiros el Senado aprueba esta semana la PEC 55, las perspectivas económicas mejoran, pero los factores de inestabilidad política e institucional van a mantenerse y probablemente incrementarse en el 2017.
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