El escándalo Lava Jato debería poner como tema en la agenda de la prensa en el Perú el concepto de lo que se entiende por periodismo de investigación. Y esto porque el hecho de que varios informes sobre el tema lleven el rótulo de “unidad de investigación” de tal o cual medio le da a su contenido periodístico un sello de calidad que los consumidores raras veces discuten.
Así pues, que la “unidad de investigación” de un medio firme un relato trae por consecuencia que sus lectores le den un alto valor a lo que allí se afirma o se sugiere. El caso más reciente de que ello no necesariamente ha sido así es el del diario La República, que afirmaba que Keiko Fujimori había duplicado su patrimonio sin explicación aparente, lo que resultó falso.
Los investigadores habían confundido la moneda de referencia de la declaración jurada de la señora Fujimori ante los organismos electorales. Le bastó a ella un tuit para desbaratar la extensa investigación. El diario y los periodistas admitieron el yerro, aunque señalaron que a su juicio el fondo del asunto era de dónde la lideresa del fujimorismo había obtenido el patrimonio declarado. Pero ese no era el tema de su informe, por lo que lejos de revelar la sinceridad de sus disculpas, dejaron en evidencia el sesgo de la investigación. Hay que reconocer, sin embargo, que al menos aquí sí hubo una investigación original de por medio. En el caso Lava Jato, me parece, ningún medio peruano ha hecho ese trabajo.
¿En qué consiste entonces la investigación periodística nacional del escándalo de corrupción que remece políticamente al Brasil? Pues en servir de caja de resonancia de los informes policiales que, a su vez, son revelados por la prensa del Brasil. Una crónica, ni más ni menos. En ello radica toda la “investigación” por estos lares hasta el momento. Ninguna hipótesis propia, ningún hecho nuevo que pueda tener un sello de originalidad en cuanto a su descubrimiento por la prensa nacional. Y aquello que puede fungir de tal parece evidenciar lo contrario a lo que se sugiere en la investigación periodística.
Ejemplo. El caso de la señora Zaida Sisson, relacionista pública brasileña, a la que un “colaborador eficaz señala como presunta receptora de dinero para favorecer a firmas implicadas en pesquisa”. El aporte nacional de la investigación periodística, entregada por capítulos diarios, parecería ser que la señora Sisson es esposa de un ex funcionario del segundo gobierno aprista y que se habría reunido con el premier y el presidente de entonces, “como dan cuenta testimonios gráficos de la época”. Y, entonces, vemos que los testimonios gráficos son conferencias de prensa en la puerta de Palacio de Gobierno, ante todos los medios de comunicación, de una delegación brasileña con presencia del embajador de ese país y encabezada por quien fuera mano derecha del presidente Lula –hoy preso en su país por corrupción–.
Digo yo, ¿alguien va a reunirse para hacer un chanchullo, como el que se sugiere en las investigaciones periodísticas en curso, con la publicidad de las cámaras, los flashes y los micrófonos de la prensa? ¿No parecería más bien lo contrario? Y así con las reuniones de la misma señora con allegados y funcionarios de otros gobiernos. ¿Dónde está la investigación periodística que sugiera o afirme el derrotero de un hecho ilícito? ¿Porque ese es el tema de la investigación periodística, verdad? Pues no existe. Entonces, ¿de qué periodismo de investigación estamos hablando en el Perú?
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