Es una paradoja encantadora que a una universidad que lleva el nombre de San Martín de Porres, el santo mulato que hizo el milagro de hacer comer en un mismo plato a perro, pericote y gato, se le acuse de racista según lo acontecido hace poco en un aula de Derecho. Más aún siendo el rector de esa casa de estudios José Antonio Chang, que, como el lector puede fácilmente adivinar, ni tiene los ojos redondos ni el cutis de Elizabeth Taylor.
Según dan cuenta los hechos, una alumna denunció en Facebook un supuesto acto de discriminación racial. En un aula de Derecho ingresaron dos docentes de la misma universidad, acompañadas del decano de la facultad, Ernesto Álvarez Miranda –amigo mío— y un grupo de alumnos ajenos a la clase que, según la denunciante, eran todos “blancos” (¿existen?). El objeto de la visita era hacer una foto promocional de ingreso a la facultad dirigida a un sector específico de colegios de nivel pudiente.
Los diez alumnos blancos fueron intercalados en el grupo original de la clase de Derecho, e incluso, según la denunciante, una alumna fue removida de su sitio para que lo ocupara para la foto uno de los recién llegados. Todo este contexto le pareció a la denunciante un claro acto de racismo y procedió, en consecuencia, a ventilarlo en la página de reclamos de Facebook de la misma universidad.
La respuesta del decano no se hizo esperar. Sostuvo Álvarez Miranda “que hay que ponerse en la mente y gustos de chicos y chicas de 16 años. No comparas planes de estudio ni corrientes jurídicas, sino que ojeas el folleto de admisión y eliges el lugar donde encuentras gente que quisieras conocer por los motivos más frívolos y superficiales. La publicidad eficaz es la que se pone en el lugar del público objetivo al que está destinada”. Y tiene toda la razón, ese es el objetivo de la publicidad aquí y en cualquier parte del mundo. El punto es aquí si, como parte de ese objetivo publicitario, existió realmente racismo y discriminación.
No lo creo. Racismo y discriminación habría habido si el grupo de la clase original hubiese sido desalojado completamente o en su mayoría por el grupo de los diez alumnos blancos para la foto. No fue el caso. Por el contrario, todos fueron intercalados en un claro intento por mostrar pluralidad racial dentro de los objetivos publicitarios. ¿Alguien ha preguntado por qué tuvo que recurrirse a diez alumnos blancos prestados? ¿No será que no había ninguno? Y a todo esto, ¿cuántos alumnos eran los de la clase original y de qué “razas”? Es decir, estaban los blancos “debidamente representados” según la absurda teoría que propone “cuotas” para todo. ¿Cuántas mujeres había en el grupo? ¿Cuántos homosexuales? ¿Cuántas gordas y gordos? ¿Cuántos discapacitados? ¿Y a los mulatos solo los representaba San Martín de Porres? En suma, ¿cuántas potenciales denuncias para la foto?
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