22.NOV Viernes, 2024
Lima
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Opinión

No recuerdo una candidatura a la Alcaldía de Lima más anticipada que la que ha anunciado Enrique Cornejo. El 17% que obtuvo hace unas semanas lo ha posicionado desde ahora como potencial reemplazo a la hegemonía de Castañeda en Lima, quien, luego de una tercera gestión, podría optar entre jubilarse o la vía de las urnas.

Se ha especulado mucho sobre las razones del apoyo sorpresivo que recibió Cornejo. Según datos desagregados de la última encuesta de Ipsos, el 84% de los que votaron por él lo consideraban su candidato ideal y solo el 12% de su respaldo endosó su voto por verlo como su “mal menor”. Ni siquiera Castañeda –cuyo arrastre personalista es indudable– tuvo tan baja la consideración de “mal menor” (en su caso fue 16%). Así, el voto por el candidato aprista fue el más sólido en términos de convicción de su electorado.

En cambio, Villarán y Heresi –tercera y cuarto en el orden de las preferencias, respectivamente– fueron considerados por gran parte de sus respectivos electorados –27% y 35%, respectivamente– como “males menores”. Dos de cada tres limeños que votaron por ellos estaban persuadidos de que eran sus candidatos ideales, pero el tercio restante, no. Ello se debe, intuyo, a que estas candidaturas apelaron al antivoto de Castañeda antes que a propiciar una identificación propia favorable (que sí sucedió en sus rivales). Estaban más preocupados siguiendo los sondeos de quienes ‘no votarían por’ el solidario, alucinando un trasvase que nunca sucedería.

La estrategia del “mal menor” puede ser eficiente a nivel presidencial (porque hay una segunda vuelta), pero no para elecciones de una vuelta donde importan más las identidades propias. Lección aprendida para los ‘gurúes’ del márketing electoral.


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