30.ABR Martes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana Americana
Muchos se sorprenden por el hecho de que Susana Villarán “aún tiene” el 13% de las preferencias (según Datum). Estos críticos consideran que esta gestión no merece un porcentaje de apoyo “tan alto” y que, considerando sus serias deficiencias, debería tener una intención de voto mucho menor. ¿Por qué entonces todavía uno de cada diez limeños “muere por Susana”?

Villarán representa a esa clase media y media alta progresista que intentó gobernar Lima desde la ética (y no desde la política). Apoyada en tecnócratas y profesionales ‘sociales’, buscó imponer un estilo de gobierno menos materialista. La prédica de la alcaldesa promueve un afán ‘cívico’ y hasta ‘civilizador’, que se funde con el clasismo de nuestra sociedad. Su visión del origen y la solución de los problemas de la ciudad privilegia la longue durée –para que ellos me entiendan–, con cierto desprecio por la urgente cotidianidad. La combinación ética sin política y largo plazo termina justificando la ineficiencia del día a día.

Entonces, el discurso para quienes soportan el malestar diario de la ciudad apela al ‘sacrificio’ que aquellos que lideran la gestión no están dispuestos a asumir. La imagen del presidente de Protransporte regresando en auto particular luego de supervisar el Corredor Azul es emblemático de lo que llamamos “falta de tacto, pero con buenas intenciones”. En una sociedad fragmentada, con clases autorreferenciales, esta actitud no debería extrañarnos. Las pobres credenciales de otros candidatos y las ofensas hacia la gestión solo endurecen y cohesionan a los oficialistas ediles.

Sí pues, uno de cada diez limeños cree que quienes no están de acuerdo con Villarán son inciviles, corruptos, “defensores de delincuentes”. La verdad, yo pensaba que eran más.


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