Es en la novela de Ira Levin que se presenta la truculenta historia según la cual el doctor Mengele –un médico siniestro– ha clonado de los restos de Hitler a un centenar de niños que ha esparcido por el mundo, pero que los une el hecho de haber llegado a sus destinos de adopción a través de la línea aérea Varig: todos venían del Brasil. El argumento narra la batalla que se libra entre un viejo judío cazanazis y el doctor Mengele. Es una lucha entre el bien y el mal. También un dilema moral por saber qué actitud tomar frente a la potencial malignidad que habita en el cuerpo del adolescente Bobby, varias veces multiplicado. ¿Será el pequeño Bobby el clon de Hitler al que hay que destruir o es una persona diferente, aunque copia fiel de su ADN?
Rememoro esto a raíz de que leo que el procurador de Humala, Joel Segura, anuncia que está presto a ir a Brasil para buscar información que le permita encontrar la relación de una serie de personajes políticos peruanos con empresas brasileñas investigadas por la justicia de ese país. Como en esta oportunidad parece tratarse del caso de la Interoceánica, allá va Joel Segura, “seguro” de regresar con “importantes noticias al respecto”. ¡Mande, jefecito!
Pero el ADN del Brasil “da para todo”. García, por ejemplo. Como a él lo quieren embarrar, él también tira lo que hay a mano. Entonces, las mismas empresas brasileñas con las que lo “incriminan” los humalistas terminan como balas en el corazón de Humala. Es que los precios del Gasoducto del Sur no eran los que García dejó contratados y hoy han aumentado tanto con Ollanta que… ¡zaz! ¡Aquí hay gato encerrado!
“Toledo”. Fue el primer nombre que sonó cuando estalló un escándalo ficticio a raíz de la “filtración” de una lista enmarcada en una desechada investigación policial de algunas de esas empresas brasileñas con controversias con la justicia de su país. Pero lo que en Brasil no pasó por el filtro del debido proceso, acá sí. Hasta la Villarán y sus caviares que “sindican” hoy a García, Toledo y Humala con las empresas brasileñas en el candelero es señalada, a su vez, como sospechosa –ella y sus caviares– por haber sido la que más concesiones otorgó a esas mismas empresas de ADN carioca.
El punto es bien claro. Según la última encuesta de Datum, la munición favorita para deslegitimar moralmente las aspiraciones presidenciales de cualquiera va a ser: ¡hiciste una obra con los brasileños! ¿Quiénes son estos? Qué más da, los que se te pasen por la cabeza, hijito: ¡“todos” son “corruptos”!
Así pues, sin que haya empezado siquiera ninguna investigación en la justicia nacional, el ADN de los negocios brasileños en el Perú parece tener olor a azufre. Algo así como si los “clones” de las empresas que llegaron del Brasil con obras por todo el Perú fueran iguales a sus matrices en vicios, o unas personas jurídicas diferentes a las que habrá que juzgar por sus frutos.
Ya sabemos entonces que, como todo parece ser político hasta ahora, la respuesta dependerá de quién perore en el estrado de una plaza pública, llevando agua para su molino. Pero en la novela de Ira Levin hasta a los niños “al carbón” de Hitler se los suponía inocentes… mientras que no se demostrase lo contrario.
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