22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Mario Vargas Llosa ha publicado hace poco un artículo dando cuenta del retorno de las ideas en la política francesa, a raíz de los atentados yihadistas al semanario Charlie Hebdo. En realidad, las ideas están de vuelta en el mundo, aunque en el Perú pocos se hayan enterado todavía por la periferia en la que nos encontramos y el hecho de haber vivido una época de enorme prosperidad que está a punto de llegar a su fin.

El hecho es que no solo la amenaza mundial del fanatismo religioso musulmán va a traer consigo gigantescos desafíos intelectuales para poder enfrentar ese problema que no tiene aún visos de solución, sino que el modelo liberal que ha corrido solo durante el último cuarto de siglo parece agotarse hoy con el surgimiento de nuevas fuerzas políticas e ideológicas en el corazón mismo de Occidente, como las que han remecido Grecia esta última semana y estarían a punto de hacerlo en España antes de que acabe el año.

Por ello quizás sean las próximas elecciones generales de 2016 las últimas en las que el márketing político puro y simple domine el escenario. Seamos claros: el perfil de una campaña electoral lo determina la historia. Y la historia está cambiando. Cuando en estos últimos veinticinco años existió un consenso generalizado sobre cómo debía ser la vida y el mundo, las ideas en tanto ejes de campaña quedaron canceladas. Si todos pensaban lo mismo, no tenía ningún sentido hacer una campaña de ideas políticas.

En realidad daba exactamente igual ser de ‘izquierda’ o de ‘derecha’ si es que ambas estaban de acuerdo con el perfil del Estado de derecho, la democracia, los derechos humanos y –matices más o menos– el modelo económico. El mensajero podía ser cualquiera cuando el mensaje era el mismo. Así, más allá de la pericia política y sus luces intelectuales, ¿cuál fue la diferencia sustantiva entre los gobiernos de Paniagua, Toledo, García y Humala?

Del mismo modo, la historia también ha venido determinando por estos lares el perfil de los partidos políticos. Cuando existió una confrontación ideológica entre comunismo y capitalismo hasta fines de los 80 del siglo XX, este disenso de cómo debían ser la vida y el mundo determinó partidos de ideas. Los unos eran inconcebibles sin las otras. Luego todo cambió cuando con la caída mundial del comunismo y la derrota del senderismo, el Perú se embarcó en una homogeneidad de pensamiento político y económico que tuvo como correlato las combis electorales que todavía dominan el escenario.

Ese mundo desaparecerá pronto dejando de lado las formas en las que se ha venido haciendo política en los últimos 25 años. Así, se encontrarán en mejor posición electoral aquellos que tengan las ideas claras y, mucho mejor aún, quienes carguen contra el statu quo que se eclipsa. Las ideas liberales la tendrán muy difícil, mientras que las conservadoras y de izquierda radical mucho más fácil. Y la farándula política será barrida del mapa. Tal es el mundo que está por llegar, pero que nuestros políticos parecen no esperar.


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