22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Miro con agrado el deseo del próximo gobierno de distribuir mayores recursos económicos a las regiones y a las municipalidades. Sin embargo, hemos visto que el modelo de descentralización no ha obtenido el éxito deseado. El tema no es más dinero, sino emplearlo bien: buenos proyectos y no obras sobrevaloradas y que quedan inconclusas.

Los ejes en que se mueven las necesidades nacionales son básicamente tres: el miedo social frente a una creciente inseguridad ciudadana, las brechas sociales que aún están muy marcadas en nuestro país y la lucha contra la corrupción.

Por ello, ¿no sería más sustancial que la distribución se dirija hacia las prioridades sociales? Hemos visto en los últimos años que importantes presupuestos han sido destinados a inversiones improductivas, como parques al choclo, el sombrero, etc., dejando de lado aspectos como el agua y desagüe o la construcción de carreteras, que reducirían las brechas de infraestructura y generarían mayor crecimiento y desarrollo.

Percibo que la distribución económica podría tener también un trasfondo político de alianza entre el Gobierno Central y los gobiernos subnacionales. Legítimo desde el punto de vista del gobierno ante el hecho de no tener mayoría parlamentaria, pero que implicaría ceder cuotas de poder, haciendo las políticas públicas participativas y consensuadas con las regiones y municipalidades.

Sin embargo, ello también tiene sus riesgos, que podrían aflorar cuando el Gobierno Central imponga su criterio nacional ante los criterios locales o regionales, lo que generaría inestabilidad social y luego ingobernabilidad.

Por ello, es importante repensar los límites en esta cogobernanza en ciernes y los efectos sociales y políticos que supondría. Ojo al piojo, decía mi abuela.


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