Érase una vez, allá por 1969, un frente político formado en el sur del país. Tres hermanos –y más tarde un sobrino– dieron el salto a la política (local y nacional) a través del Frenatraca, primer partido regional de la era democrática en el Perú. Los Cáceres Velásquez –apodados los ‘Kennedy del Altiplano’– representaron al migrante puneño e hicieron de Juliaca y Arequipa sus bastiones electorales. El intento infructuoso de Luis de conquistar la Alcaldía limeña en 1993 fue prácticamente el final del proyecto.
Alianza para el Progreso es, hasta el momento, la versión ‘new age’ del otrora Frenatraca. Guardan muchos elementos en común: dominio personalista de un clan familiar (los Acuña, ¿los ‘Bush de Chota’?), enraizamiento territorial regional (desde Áncash hacia el norte) y sintonía política con el migrante-nuevo rico en urbes intermedias (los cajamarquinos César y Humberto Acuña son de los pocos presidentes regionales elegidos en jurisdicciones donde no nacieron). Pero, a diferencia de su antecesor, APP cuenta con poder económico en alza.
A nivel de presidencias regionales, APP obtuvo dos en el 2010 y repite dos en esta última elección. A nivel de alcaldías provinciales vemos una tendencia creciente: pasó de 8 en el 2006, a 14 en el 2010, a 18 en el 2014. Solo que de esas 18, quince se encuentran en cinco departamentos, todos al norte de Lima. Cuenta con los recursos (económicos y organizacionales) para seguir extendiéndose, aunque precisamente sus activos son, a la vez, obstáculos. Su proyección implica evolucionar más allá de la prebenda y del patronazgo, de la dádiva y del usufructo de una (limitada) educación superior. La ascendencia no se gana por penales de un club de fútbol (César Vallejo), sino en el salto programático.
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