“El fútbol no es como la electricidad. Tú no puedes simplemente hundir un botón para cambiar de lento a rápido”, solía decir John Greig, jugador, mánager, técnico y máxima figura histórica del Glasgow Rangers de Escocia. Tras la clasificación de Universitario a segunda ronda de la Copa Sudamericana, me queda claro que Luis Fernando Suárez no chocó sus palmas para que se hiciera la luz. En el doble 3-1 sobre Anzoátegui no hubo magia en el juego ni un técnico iluminado en la estrategia. La diferencia la hicieron los refuerzos Maximiliano Giusti, Henry Giménez y Raúl Ruidíaz, tres jugadores que le dieron peso futbolístico a un equipo menudo, inexperto y falto de confianza. Sin ellos, la ‘U’ marcó 10 goles en 15 partidos del Apertura. Con los tres, los cremas anotaron seis tantos en dos cotejos del torneo internacional.
El fútbol no es una ciencia. Los entrenadores tienen un método, como los maestros de la cocina o la coctelería, pero la fórmula no asegura un resultado feliz. La calidad de los ingredientes determina, en gran medida, si la mezcla triunfa en el paladar del hincha y en el marcador. Lo demás lo aporta el técnico desde el convencimiento, una buena elección de los jugadores y una acertada lectura de los partidos, puntos que el DT colombiano, valiéndose de una mejor conformación de la plantilla, explotó con aplomo ante el débil cuadro venezolano.
Universitario ha potenciado un plantel que caminaba al filo de la cornisa. A Suárez se le moría el paciente. El equipo defendía mal y atacaba peor. En Puerto La Cruz sentenció de ‘contra’, con transiciones rápidas y definiciones de manual. Hasta Alemanno, símbolo de la intrascendencia que gobernaba el juego crema, resolvió con aire de gran delantero, como si alguien hubiera apretado un botón. Pero el fútbol, como dijo John Greig, no es como la electricidad. Solo cuando las cosas se ponen en orden, se hace la luz. Un equipo capaz de pelear el Clausura parece estar germinando. No importa si la Sudamericana se acaba pronto.
@franciscocairog
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