No sabemos qué sonido fue el primero que dejó escapar cuando era realmente una pulga, aunque a juzgar por su reiterado romance con el gol, debió de ser ‘U’. Raúl Ruidíaz Misitich tuvo una infancia dura en Villa María del Triunfo, pero las dificultades personales cincelaron su carácter hasta cuajar al hombre de 25 años que ahora pide selección sin hacer más aspavientos que reventar redes. Con permiso de Carlos Lobatón, el delantero de 1.68 m es el futbolista más en forma de este esperpéntico campeonato peruano que solo alza vuelo en el pecho de los hinchas más intensos.
Imperan el caos, las tribunas semivacías, las canchas en pésimo estado, los arbitrajes sospechosos y un calendario que rinde culto al enredo. El buen juego es una rareza, el espectáculo agoniza sobre el césped como un enfermo terminal en la cama de un hospital. No hay grandes equipos, prevalecen la mediocridad y la irregularidad, casi nadie sostiene el rendimiento en un torneo de figuras escasas y mala organización. En medio de ese escenario, unos pocos talentos salen al rescate para enseñar el camino a sus compañeros y sacudir al fanático que todavía cree. Uno de ellos es Ruidíaz. Con él en el campo, la ‘U’ ganó cinco partidos, empató uno y perdió otro. Cuatro de esas victorias llegaron gracias a sus goles decisivos. Su presencia ha dotado de contundencia a un equipo que se moría en la orilla.
Muchos hablan del buen arranque de Roberto Chale, yo hablaría más bien de la impronta de la ‘Pulga’. Pícaro, oportunista, hábil y veloz, Ruidíaz es la cara alegre y letal de un equipo todavía insípido. La ‘U’ de Chale no sorprende por su juego, pero tiene algo de lo que adolecía en la etapa de Luis Fernando Suárez: gol. Y también mayor paz en el camarín. El mérito del entrenador crema es haber ubicado a Ruidíaz donde mejor rinde, como centrodelantero. Situado en su hábitat natural, no en la banda como lo ponía Juan Reynoso en el Melgar del Apertura, la ‘Pulga’ ha vuelto a explotar sus virtudes de artillero contrastado. Sus ocho goles en siete partidos doblan el promedio de sus mejores campañas en Ate (21 tantos en 39 partidos en el 2013 y 14 en 25 duelos en el 2014) y el que fijó en su breve pero exitoso paso por la Universidad de Chile (8 tantos en 15 juegos). El fútbol es un deporte colectivo que lo definen individualidades. En este Universitario esforzado y austero la diferencia se llama Ruidíaz. Por goles y por juego, el chico que creció en Villa María es el impulso que los merengues necesitaban para pelear el Clausura. Hoy está cerca de convertirse en papá por segunda vez. Hoy, también, debería estar cerca de volver a la selección.
@franciscocairog
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