La sensación es cruel. Solo cuatro partidos y ya empezamos a sentirnos eliminados. Esto no ocurrió ni siquiera con Markarián. Gareca no tiene el verso del uruguayo, pero lo que parecía una virtud asoma ahora como un exasperante defecto. La imagen del entrenador de Perú luego de la derrota con Brasil fue incluso más sorprendente que la titularidad de Paolo Hurtado en Salvador o Yordy Reyna en Lima. Para el ‘Tigre’ no pasa nada, hay que seguir intentando. Ni un atisbo de crítica. Nadie le pide que lleve a sus jugadores al paredón, pero sí un mensaje menos indulgente, siquiera un jalón de orejas a un equipo que se desmorona muy temprano mientras el capitán mira a otro lado.
Nunca esperé milagros de Gareca. Siempre dije que Perú no iría al Mundial de Rusia 2018. La Copa América dejó un engañoso tercer lugar, pero sobre todo algunas pistas positivas que se debían continuar y afianzar. La sensación es que la selección está desandando el camino. Algunos dicen que el técnico no es el culpable, que esto mismo ha ocurrido con todos sus antecesores, que a estos futbolistas no los clasifica ni Guardiola. Probablemente sea cierto, aunque lo mínimo que se le exige a Gareca es un mejor juego, una selección que compita, un grupo de jugadores comprometidos, una ilusión que se mantenga viva el mayor tiempo posible.
Nada de ello está sucediendo. En la encrucijada de cubrir ausencias importantes, Gareca decidió mal y el equipo fue a menos en la última fecha doble. No tuvo plan B al clásico 4-4-2 con dos volantes abiertos. Y la idea de mantener el esquema perjudicó el rendimiento en los dos partidos. Sigo pensando lo mismo que en el proceso anterior, cuando critiqué que Markarián apostara por los mal llamados “4 Fantásticos” –por todos– en los duelos de visita. Los equipos chicos obtienen resultados desde la humildad, desde el sacrificio de agruparse bien en el medio para llegar a todas las pelotas. Una selección que hace 11 años no gana como visitante en Eliminatorias no debía ir a jugar tan abierta en Brasil. Perú no solo ha perdido el desequilibrio de Guerrero en ataque o el control de Lobatón en el medio, también ha perdido la rebeldía del pequeño que se bate en el gran escenario maximizando virtudes y minimizando riesgos. Ahora somos penúltimos en los puntos y en el juego. La sensación es cruel y parece ser parte del destino, salvo que saquemos las garras y decidamos morir peleando.
Francisco Cairo
@franciscocairog
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