25.NOV Lunes, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

“En el comité consultivo pesa mucho la palabra de Teófilo Cubillas y poco la de Christian Bustos, el administrador de Alianza Lima”, expresó el editor de Deportes de Perú21.

A Gustavo Roverano le tendieron la cama. Una cama king autoajustable para su 1.84 metros. Lo increíble es que no fueron los jugadores quienes maniobraron para su salida. Su estancia en La Victoria solo fue una máscara. Un parche que la administración tuvo que ponerse cuando el uruguayo ganó cinco partidos seguidos y se hizo ‘indiscutible’ bajo el parámetro de los resultados. Pero en las oficinas de Matute la factura ya estaba preparada.

El plan ‘A’ siempre fue Rafael Castillo como técnico y Juan Jayo como asistente. La opción de Roberto Mosquera solo fue un distractivo. En el comité consultivo pesa mucho la palabra de Teófilo Cubillas y poco la de Christian Bustos, el administrador de Alianza. El ‘Nene’ quería a Rafo como un gesto de gratitud hacia el ‘Cholo’ Castillo, padre del técnico de UTC y mítico formador de la cantera íntima. No importaban sus escasos pergaminos frente a los de Roberto Mosquera o Julio César Uribe, otro que se voceó no sabemos si por un interés real o para no hacer aún más evidentes las movidas que se venían. Cada directiva es libre de elegir el entrenador que prefiera y cada integrante del comité consultivo puede tener un favorito particular. No hay nada que criticar allí. Lo que no se puede entender es el desastroso manejo que tuvo el club durante la etapa de Roverano. Bastó que perdiera el Apertura para que el tema de su reemplazante saltara otra vez a los medios. Nunca hubo un desmentido contundente ni un respaldo creíble. El uruguayo trabajó con la incertidumbre como mochila y pronto los malos resultados aparecieron. Y también Jayo. Tres veces le preguntaron a Roverano si aceptaría al ex jugador como asistente y la respuesta fue la misma. Un día lo citaron y le comunicaron que, pese a su negativa, el ‘Pulpo’ empezaría a trabajar a su lado al día siguiente. No hubo un mínimo de respeto hacia la autoridad de Roverano ni un análisis de lo que esta decisión podría generar en el grupo. ¿Cuál era el apuro para meter a Jayo ahora y no en el 2016 junto con Rafo? ¿Dinamitar aún más el trabajo del entrenador? ¿Apresurar el descalabro del equipo? Alianza ha vivido los últimos meses disparándose a los pies con una afición insana. Christian Bustos tendrá experiencia en el manejo empresarial, pero su gestión no se desmarca del populismo que tanto daño ha hecho al club. Y resulta que no es presidente ni socio de Alianza. Lo suyo no es saltar en la tribuna y difundir su foto a los medios sacando pecho de su hinchaje. Tampoco aparecer en el aniversario de Comando Sur y prometer a los barristas una purga del 80% del plantel, como hizo la semana pasada. Las paredes tienen oídos en Matute y todas esas cosas juegan en contra de un equipo ya dividido. Un equipo que perdió la fe y donde nadie sabe para quién trabaja.


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