Siempre hemos admirado el profesionalismo, la capacidad para investigar, la independencia, y esa distancia del poder político de Julia Príncipe que la hacía capaz de enfrentarse a este si era necesario. Sin dejar de reconocer sus virtudes, hoy –y seguramente contra la corriente– lamentamos que haya aceptado un cargo con tanta premura.
Ha aceptado un cargo político, de confianza, y le debe ese cargo a un gobierno, y a una ministra que quiso dejarle su sello con esa “sobadita” de espalda en la puerta de Palacio. Julia Príncipe es la representante de la ministra de Justicia ante el CDJE, un órgano colegiado nombrado por este gobierno.
Tan político es el cargo que ahora ya habla como política. Defiende y promueve el pedido de facultades del gobierno que la nombró; defiende y promueve el proyecto de la actual ministra de Justicia; debate con una congresista; y defiende que el nuevo procurador sea propuesto por el actual gobierno. Perdimos a una gran investigadora y el gobierno reclutó a una política y funcionaria pública.
Príncipe no deja de responsabilizar a Nadine Heredia de su salida de la Procuraduría. Y tiene razón. Era una piedra en el zapato de Nadine y no le tenía miedo. Pero no debería darle a Nadine los argumentos para decir que hay una persecución política y una venganza.
¿Haría lo mismo hoy?, ¿se rebelaría si, por ejemplo, encontrara que hay hoy en el Minjus algún funcionario con responsabilidad en actos irregulares durante el gobierno anterior?
Príncipe tendrá funciones administrativas, no va a investigar nada y no podrá impulsar ninguna investigación ni ordenar a ningún procurador que la haga o la deje de hacer, sino estaría haciendo lo que a ella le hicieron. Julia Príncipe pudo esperar a ser nombrada en un cargo verdaderamente autónomo, y no en un cargo político.
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