El mal llamado debate fue una verdadera burla. Un muy mal formato y una pésima distribución de los tiempos hicieron que los moderadores hablen en más oportunidades y más tiempo que los candidatos a la presidencia, que era a quienes los peruanos realmente queríamos escuchar.
Y si a esto le agregamos que las interrupciones y cortes les echaban un balde de agua fría a las intervenciones y los diálogos, veremos que se desperdició –por una pésima organización y falta de criterio– una oportunidad de hacer un debate serio y útil para los electores.
Pedirles a los aspirantes al sillón de Pizarro que les digan a los electores su visión de país, y sus propuestas para temas tan importantes y amplios, en tan solo dos minutos o minuto y medio, y darles a los competidores tan solo 30 segundos para comentar, confrontar ideas o preguntar es, como hemos dicho, una verdadera burla. Los peruanos no hemos escuchado nada nuevo.
No hemos podido comparar ideas ni planteamientos. Solo hemos visto chispazos que eran rápidamente apagados, conjuntamente con los micrófonos, para escuchar reiteradas veces las frases del protocolo. ¿Se le tiene tanto miedo al debate que se le bloquea con formalidades y formatos que silencian y distancian?
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