No sabemos por qué, pero el Jurado Nacional de Elecciones se ha dedicado a hacer política. Y con ello, ha enrarecido el proceso electoral hasta el extremo, haciendo que cada decisión y cada acción parezca sospechosa.
Hace política cuando juega con los plazos y los estira o acorta según su conveniencia. Cuando anuncia que dará a conocer una decisión en una fecha y no cumple. Cuando elige en qué momento y de qué forma emitir una resolución. Cuando emite una decisión controvertida justo antes de que el país se paralice o dedique toda su atención a un evento. Hace política cuando tiene a la opinión pública entretenida, confundida y desconcertada frente al juego del “gran bonetón” que se da entre las diferentes instancias que lo integran. Cuando determina que los expedientes “suban” y “bajen”, y vayan para aquí y para allá. Cuando cada instancia se lava las manos frente a la decisión de la otra.
Hace política cuando toma decisiones tan diferentes frente a hechos tan parecidos o iguales. Cuando, en lugar de aplicar la misma vara para todos, prefiere justificar cada decisión con argumentos tan “imaginativos” que no solo no convencen, sino que confunden más. Cuando sus instancias toman decisiones que se contradicen, entre ellas y a sí mismas. Cuando maneja de tal manera el proceso, que a 12 días de las elecciones no se sabe quiénes son los candidatos hábiles para ser elegidos, favoreciendo –con o sin intención– a unos en desmedro de otros.
Hace política cuando trata de lavarse las manos echándoles la culpa de sus ¿errores? a otros, teniendo toda la responsabilidad, porque como instancia suprema en estas elecciones, pudo haber determinado si una ley, dada con posterioridad a la convocatoria del proceso, estaba vigente o no. Pudo haber “cuadrado” al Congreso, y ponerlo en su sitio, en lugar de lanzar un comunicado en el que solo criticaba y “alertaba”.
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