Me sabe mal el apuro del ministro Segura y CADE por llegar al “Primer Mundo”. Cumplir con los indicadores impuestos por la OCDE tiene poco impacto en el ciudadano de a pie. Es un ‘upgrade’ artificial, conveniente para que nuestros tecnócratas consigan chamba post-gestión y ejecutivos alardeen en su próximo viaje de negocios mientras la mayoría de peruanos siguen envueltos en la informalidad. Ese es un desarrollo falaz (impostado, elitista) que no debería ser motivación. Podemos ser un mejor país, aunque nos mantengamos fuera de la OCDE. Nos hemos equivocado de prioridades: no importa clasificar a ese club exclusivo de 34 países si no solucionamos primero una mínima redistribución social, disminuimos la informalidad laboral a –al menos– un tercio de la PEA, progresamos en el enraizamiento del Estado en el territorio y mejoramos la representación política. Lidiar con esos campos no nos va a clasificar al jet set, pero mejorará los niveles de satisfacción de la ciudadanía. ¿Es realmente conveniente apresurarnos por llegar a la OCDE? Si lo hacemos, renunciamos definitivamente a la ayuda de la cooperación internacional y asumimos el pago de una cuota de 7 millones de dólares anuales por la membresía. Como no somos capaces de aplicar las reformas requeridas, vamos a tener que maquillar nuestra realidad y barrer debajo de la alfombra. No veo provecho sustancioso. Chile lleva cuatro años en el grupo y todavía no se acostumbra ni mucho menos explota sus beneficios. Además, generaremos una gran disonancia al interior de nuestra sociedad, ya fragmentada. Los optimismos infundados son contraproducentes. ¿O es que acaso no se ha percatado de que el “perro del hortelano” del Perú Avanza votó por el candidato más radical en el 2011?
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