Carlos Meléndez,Persiana Americana
El Corredor Azul se ha convertido en uno de los principales temas de la campaña municipal limeña y foco de las críticas/defensas a la gestión Villarán. Según la última encuesta de Ipsos, el 68% desaprueba este servicio, mientras que un 25% lo aprueba. Lo más importante, empero, es quiénes son los que más se benefician de esta primera medida reformista.
Según dicho sondeo, un 26% de limeños ha hecho uso de este corredor. Entre los beneficiados directos, el 47% lo considera un servicio malo; un 41%, regular; y solo un 10% cree que es bueno. Las principales críticas entre los usuarios se distancian de la caricatura vertida por ciertos líderes de opinión (por ejemplo, que a la gente no le gusta caminar unas cuadras), y señalan el número insuficiente de buses, la frecuencia aletargada del recorrido y la desinformación. De hecho, el pasajero percibe los potenciales beneficios de este sistema (mayor orden: 36%, reducción de accidentes: 22%), pero, en términos generales, el limeño no le tiene fe: un 49% cree que no logrará funcionar eficientemente.
Un dato relevante sobre este servicio es el perfil de sus usuarios. Quienes más lo utilizan pertenecen al nivel socioeconómico B (39%) y A (31%). En cambio, el porcentaje de pasajeros entre los niveles E y D es bajo: 11% y 14%, respectivamente. Esta diferencia por sector social grafica un cuestionamiento permanente a la gestión edilicia actual: la reproducción de la segregación clasista de la ciudad. Su principal bandera, la reforma de transporte, es VIP, elitista, y reproduce la discriminación por ingreso. No beneficia a las mayorías y no porque estas sean ‘inciviles’ o ‘combis’, sino porque no les facilita la movilidad. Una muestra más de la falta de tacto ‘popular’ de los funcionarios ediles.
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