En abril, las exportaciones tradicionales (básicamente cobre, zinc, hierro, plomo y gas) aumentaron 11.5%. ¿Significa que la mayor demanda externa implica una mejoría de la economía mundial, dado el aumento en los precios de los metales?
El bajo crecimiento experimentado desde 2011 ha sido llamado la “nueva mediocridad” o la “nueva normalidad”. Dos razones hacen pensar que la mejoría de la economía mundial de los últimos meses se trataría más de un “hipo” que de un crecimiento sostenido. Veamos los tres motores de la economía mundial.
En primer lugar, si bien es cierto que el crecimiento de la economía china se ha estabilizado, la razón se encuentra en un programa de estímulo económico, que no es sostenible por los desequilibrios fiscales que genera. Además, los consumidores chinos están sobreendeudados.
En segundo lugar, Trump sigue siendo una incógnita y fuente de incertidumbre; lo que ocurre es que el mundo se está acostumbrando a sus vaivenes. Es cierto que varias de sus propuestas no han logrado ser aprobadas por el Congreso; sin embargo, los riesgos geopolíticos son cada vez mayores y se estaría configurando un episodio similar a una “segunda guerra fría”, esta vez, con más participantes. Estados Unidos enfrenta, además, problemas fiscales y el crecimiento en el primer trimestre apenas alcanzó el 0.3%.
En tercer lugar, la Eurozona muestra señales de mejoría, aunque sigue siendo una incógnita. Europa creció 0.6% en el primer trimestre, similar ritmo al de la Eurozona. Reino Unido, Grecia y Francia fueron las economías que menos crecieron (0.3% en promedio).
Más allá de la mejoría temporal, la economía mundial aún avanza lento. Y ese es un problema para los países de América Latina. Si las locomotoras se mantienen desaceleradas, no hay forma de que los vagones avancen más rápido.
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