La falta de reformas es la principal falencia del gobierno, pues son la única posibilidad de sostener el crecimiento económico. Por eso estamos al vaivén de la evolución de la economía mundial. Sectores como salud, educación, poder judicial, mercado laboral, entre otros, requieren ser reformados y puestos al servicio de los ciudadanos.
Es ahí donde hay que destrabar; coloquemos un ejemplo. ¿Por qué el gobierno no se compromete a abastecer de medicamentos a todos los hospitales y postas médicas del país en un lapso, digamos, de tres meses? Si el gobierno busca ser creíble, debe primero hacer que el ciudadano sienta que se preocupa por ellos. Debe ir al hospital y encontrar los medicamentos. Debe llevar a sus hijos a la escuela y encontrar los baños en buen estado. ¿Es acaso que falta capacidad de gestión? ¿No vemos que sí hay dinero para hacer elefantes blancos?
Las reformas no se iniciaron durante el primer año y me refiero al periodo de tiempo entre agosto de 2016 y antes de la aparición de Lava Jato y el problema de El Niño costero. Aquí hay un pecado de omisión, pues se mantuvo el piloto automático. Comenzarlas después no es fácil, pero hay que hacerlo.
¿Cómo se va a conseguir destrabar los proyectos que no se lograron destrabar en el primer año? ¿Cómo se van a viabilizar los proyectos mineros? ¿Y la informalidad? El problema no solo es el qué, sino el cómo.
Todo esto pasa por solucionar el problema político. La economía y los problemas sociales se desarrollan al interior de un entorno político determinado. Hemos leído mucho sobre la importancia de tender puentes; si se han hecho, no se ven los resultados. Dejemos de lado las agendas propias, por respetables que sean, y pensemos que llegar a un cargo público implica representar a los ciudadanos como usted y como yo.
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