Existe consenso a nivel internacional en que la economía mundial se encuentra en un proceso de lenta recuperación, luego de la gran desaceleración observada desde 2011. Para nuestra economía, es una buena noticia. Un hecho estilizado de la historia económica peruana es que nos movemos al ritmo de la economía mundial. En los últimos meses, el crecimiento económico peruano se debió a aumentos en exportaciones, en especial mineras y pesqueras; eso ocurrió porque creció, al menos un poco, la demanda externa por nuestros productos.
Desde luego que en cualquier proyección existen riesgos, pues nadie puede leer el futuro. Existen los optimistas y los pesimistas. Sin embargo, las últimas cifras muestran mejorías en Estados Unidos, la Eurozona e inclusive China.
Es cierto que en ningún caso se trata de números similares a los años previos a 2011, pese a la crisis de 2008. Ese periodo (2003-11) fue excepcional en términos de precios de materias primas, condiciones de financiamiento externo, etc. No se volverá a repetir y mal hacemos tomándolo como patrón de comparación.
La velocidad crucero de la economía peruana se ubica en torno a 4% anual, que no es una cifra decepcionante, dadas las circunstancias externas.
Más aún, el FMI proyecta para Perú un crecimiento de 3.8% en 2018, en línea con el 4% señalado en el discurso del 28. Sin embargo, para concretarlo no basta con esperar que el mundo siga creciendo, sino que hay que hacer la tarea desde adentro. Para ello, destrabar la situación política es clave. Y ello requiere otras competencias, pues ahora el cómo importa más que el qué importa.
De lo contrario, de nada servirá la mejoría de la economía mundial. El destrabe de megaproyectos, base del crecimiento, fue lo que se anunció hace un año y se falló. Ahora se vuelve a prometer. Ver para creer.
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